Valdorrock: heavy metal para toda la familia
El festival burgalés triunfa con A Sako, Alma Culter, Trick or Treat, Secret Sphere y sus talleres «intergeneracionales» / «Sin los voluntarios sería imposible. Todo el pueblo se ha volcado»
La tertulia de las abuelas, a media tarde junto al bar El Rincón, se interrumpió cuando los italianos Trick or Treat empezaron a dar caña. Ni se inmutaron. De hecho, cambiaron sus sillas de posición para disfrutar del concierto. No visten de negro, pero les encanta que el heavy metal resuene por todo el pueblo. Porque el Valdorrock también es suyo, lo es de todo el mundo. Y los de casa, tengan la edad que tengan, presumen de contar con un festival que ha sabido adaptarse para que «nuestros pequeños lo cojan con ganas y nuestros jóvenes sigan con ello».
Cultura
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Diego Santamaría
Lo de Valdorros es muy heavy. Tras el ansiado regreso del año pasado, apostando por un formato diurno e inclusivo, la decimocuarta edición de este singular festival cumplió este sábado con creces sus expectativas. Con cerca de un millar de asistentes y medio centenar de voluntarios trabajando a destajo desde primera hora de la mañana, el balance una vez superado el ecuador de la jornada ya era «súper positivo». Había hambre de buena música, desde luego, pero también de paella. Tanta que no quedó ni una de las 450 raciones, vendidas de antemano, que el público degustó tras la actuación de A Sako.
Le tocó a la banda burgalesa abrir el festival a la hora del vermú. El sol pegaba, pero no picaba, y los A Sako generaron «muy buena expectación». Lo corrobora la presidenta de la Asociación Valdorrock, Cristina Izquierdo, encantada de observar a un público «joven y entregado» moviendo el esqueleto.
Después de la comida y el café, amenizado por la pinchada musical de La Puerta del Gehena, los vizcaínos Alma Culter liderados por la pionera Marilú interrumpieron la calma. Sin dar tregua alguna a la modorra, su recital vino a demostrar que, como el buen vino, mejoran con los años. Y aunque aún faltaba gente por llegar, dejaron un buen sabor de boca al igual que Trick or Treat, quienes llegaron a encomendarse a Cindy Lauper y su Girls Just Want To Have Fun en honor «a las mejores chicas del mundo».
Se acabó lo que se daba, que no es poco, con Secret Sphere. Power metal, también desde Italia, con el incombustible Aldo Lonobile, gran amigo de la familia Zurbarán Rock. La guinda de un delicioso pastel que, como era de esperar, dejó con ganas de repetir. Por eso, precisamente, la organización tuvo a bien alargar la fiesta un rato más con Rafa Basa pinchando clásicos.
Excepción en toda regla
Cuesta que el rock cale entre las nuevas generaciones. Basta con acudir a un concierto y observar que, salvo contadas excepciones, la mayoría de asistentes peinan canas o se las tiñen. Sin embargo, el caso de Valdorros es una excepción en toda regla. No solo por el ambiente familiar, con decenas de chiquillos correteando de aquí para allá o echando unos bailes antes, durante y después de cada concierto. También se aprecia en los voluntarios, entregados a la causa con el montaje del escenario, atendiendo a los artistas y tras las barras. «Sin ellos sería imposible», confiesa Izquierdo, inmensamente agradecida, porque una vez más «todo el pueblo se ha volcado».
Los más mayores, aunque ya no estén para tantos trotes, constituyen un pilar fundamental. «Son nuestras madres, nuestros abuelos. Nos apoyan porque les ha gustado desde siempre. La música heavy tiene muy buena aceptación en Valdorros, lo viven y les encanta que haya un día lúdico y festivo como este».
Laura Sagredo, portavoz de Metal Castellae, destaca además «la otra parte del festival, la que no es meramente musical». Se refiere, aparte del trabajo en equipo para que nada falle, a la gran novedad de este año: talleres infantiles para que los más pequeños se lo pasen en grande. De reciclaje, chapas e incluso juegos populares. Una propuesta «intergeneracional» en la que además se persigue fomentar el voluntariado.
Para que el Valdorrock continúe es necesario «tener relevo». De ahí la iniciativa, consistente en mostrar a los chavales de forma amena cómo se organiza un festival, el trabajo que hay detrás y la necesidad de aunar esfuerzos para revitalizar espacios a través de la música. Ni cortos ni perezosos, llegaron a montar su propio puesto de limonada y se les dio muy bien el 'negocio'.
No queda otra que animar a quienes vienen detrás, pues tal y como dice Izquierdo «vamos cumpliendo años y son los jóvenes los que tienen que seguir con ello». De momento, en el pueblo se perciben «ganas e ilusión». Y no hay que olvidar el respaldo de Metal Castellae. «Somos hermanos», enfatiza la presidenta de la Asociación Valdorrock mientras recuerda que «nosotros empezamos, ellos cogieron el testigo y cuando volvimos nos dieron todo su apoyo».