El Correo de Burgos

Carlos Escobedo (Sôber): «Me lo paso bomba haciendo canciones, espero que ese proceso no acabe nunca»

La emblemática banda madrileña regresa a Burgos para celebrar su 30 aniversario, este viernes en el Andén 56, junto a sus inseparables Savia y Skizoo. Su próxima discoteca verá la luz en 2026

Carlos Escobedo, cantante y bajista de Sôber, junto a su hermano Jorge en directo.

Carlos Escobedo, cantante y bajista de Sôber, junto a su hermano Jorge en directo.BRAGADO

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La fama no llegó de la noche a la mañana. Fue algo progresivo, natural, de todo menos impostado. Cuando las canciones de Sôber empezaron a sonar en las radios comerciales, recién estrenados los 2000, su nombre ya se escribía en letras mayúsculas dentro de la escena del rock (y metal) alternativo en España. Un estilo propio que sentó cátedra en infinidad de bandas, melodías y letras que se clavan como puñales en el imaginario colectivo y directos tan demoledores como inolvidables. He aquí las claves que ayudan a entender el por qué de su éxito. 

Como toda buena historia, la de Sôber se divide en tres actos. El primero, desde la primera maqueta -en inglés- hasta el espectacular despegue de la banda capitaneada por Carlos Escobedo (Madrid, 1975). El segundo, con la popularidad ya disparada, se enmarca en los cinco años de parón de una banda que se partió en dos: Savia y Skizoo. El tercero, tras el esperadísimo regreso y hasta que «el cuerpo aguante», refleja la brutal honestidad de quien ama lo que hace y mira hacia el futuro sin necesidad de vivir de las rentas. 

Los hermanos Escobedo (Carlos y Jorge), Antonio Bernardini y Manu Reyes celebran el 30 aniversario de Sôber en inmejorable estado de forma. Con Elegía (2021) y Retorcidos (2024) aún coleando, la triple entente de Sôber, Savia y Skizoo salta de nuevo a la palestra, al igual que en 2014, con energías renovadas. Más repertorio y emociones en una gira «especial» y «más interactiva» que, según el propio Carlos, «la gente no se puede perder». Quienes hay tenido la oportunidad de asistir a uno de estos conciertos dan fe de ello. 

Próxima parada: Burgos, el viernes 1 de noviembre, en el Andén 56. Una ciudad «increíble», confiesa el cantante y vocalista de Sôber, que siempre les ha tratado «demasiado bien». Aparte de grandes amistades, Carlos agradece la fidelidad de un público que estuvo ahí desde el principio. Por eso, da por sentado que no pasará frío ni encima ni debajo del escenario. 

Pregunta. Treinta años de Sôber, que se dice pronto. ¿Qué consejo daría el Carlos Escobedo de ahora al de 1994?

Respuesta. Es complicado (ríe). Lo que a nivel personal realmente me ha funcionado es hacer lo que te pide el corazón, olvidarte de influencias. Nosotros, desde el inicio, creímos en la música que hacíamos sin fijarnos en modas. Al principio tuvimos un montón de críticas. La gente no sabía ubicar al grupo, si era metal o era rock, porque metíamos muchas melodías y letras más etéreas. Fue difícil de encajarlo, pero seguimos haciendo lo que nos gustaba. Lo único que podría decirle (al Carlos del 94) es que «no lo hiciste tan mal». 

P. Decían al principio que eran los Tool españoles. Curiosamente, después surgieron un montón de bandas con la etiqueta 'tipo Sôber'. 

R. Es anecdótico cuanto menos. La prensa, sobre todo al inicio, decía que éramos los Héroes del Silencio cañeros o los Tool españoles. En cuanto el público afianza a la banda y cree en el estilo, empiezan a surgir una tendencia de grupos con un sonido muy cañero pero con melodía. ¿Los primeros que lo hicieron en España fuimos nosotros? Podría ser, pero tampoco inventamos la Coca Cola

Sí que es cierto que el sonido que sacábamos en Cube, que era mi estudio, gustaba a muchos grupos como Cronómetrobudú o Sexma, que son de Burgos. Pero también había en Estados Unidos un montón de bandas haciendo eso. 

P. Compaginó los inicios de Sôber tocando el bajo en Habeas Corpus. Nada que ver las letras de ese grupo con las suyas.

R. Entré en Habeas Corpus porque estuve con Nano Ruiz en mi primer grupo: Jesus Remains. Hacíamos hardcore melódico, tipo Bad Religion, y me animó porque mezclaban hardcore, ska, reggae, funky... Para el bajo fue un aprendizaje, me vino fenomenal. Hicimos dos años de giro y sacamos N.N., que fue increíble. De últimas, yo hacía la parte de voz más melódica y Miguel la rapeada. Me sirvió para quitarme los miedos como vocalista. Habeas tiene muchísimo que ver con lo que soy a día de hoy. 

P. El primer regalo de este cumpleaños tan redondo fue la reedición de Torcidos, que les costó un gran disgusto por el sonido y el sablazo de millón y medio de pesetas. ¿Se le puede catalogar de disco maldito?

R. Sacando lo positivo, Torcidos es una maqueta que no hemos tenido la oportunidad de grabar hasta treinta años después. Fuimos al estudio, grabamos en un fin de semana y alguien mezcló un poco. ¿Maldito? No, porque nos abrió muchas puertas. Lo que nos jodía es que en el local de ensayo sonábamos mucho mejor que en el disco. Lejos de ser algo malo, la gente quería venir a los conciertos porque era mejor en directo. Cuando tocábamos en Madrid, metíamos cada vez más gente y al final la sala se llenaba. Eso sirvió para que una compañía como Zero Records se fijara en nosotros y sacase un EP a modo de prueba y error. Si vendíamos más de 800 o 1.000 copias grabábamos el disco y vendimos unas 4.000, así que de ahí hicimos Morfología. Creo que las cosas siempre ocurren por algo y Torcidos fue un trampolín. 

P. Segundo regalo: gira junto a Savia y Skizoo, al igual que en el 20 aniversario. ¿Qué diferencias hay entre una y otra más allá de la inclusión de Retorcidos?

R. Está siendo una gira mucho más interactiva. En la del 20 hacíamos bloques de Sôber, Savia y Skizoo como si fuesen tres bandas separadas. Ahora intercambiamos canciones de esa época, entre 2005 y 2009 en la que surgieron tres discos de Savia y tres de Skizoo, para darle fluidez. También sacamos otra batería... Se nota que es una gira especial y la gente no se lo puede perder. 

P. ¿Se han planteado alguna vez rescatar su primera maqueta, Mirror's Way, de la época en la que cantaban en inglés?

R. Eso ya sería demasiado (ríe). ¿Sabes qué ocurre? Me gusta mucho mirar atrás, pero estoy muy centrado en lo que hacemos ahora mismo. Hay un montón de canciones para un nuevo disco, en 2025 vamos a estar dándole forma y en 2026 saldrá. Cuando todavía tienes muchas cosas que decir a nivel musical, mola que haya material nuevo. Yo me lo paso bomba haciendo canciones, espero que ese proceso no acabe nunca. 

P. Morfología sentó las bases, Synthesis las afianzó y Paradÿsso fue el gran pelotazo a nivel de masas. ¿Cómo se digiere el éxito cuando sus temas no dejan de sonar en la radiofórmula? 

R. Hubo una pequeña transición porque Si me marcho ya empezó a sonar antes en las radios. A la gente que no era tan rockera le gustó y nosotros no teníamos ningún problema. Después contactamos con Muxxic, nos ofreció un contrato y nos dio todo el margen que quisimos para la producción. Nos fuimos a Estados Unidos y vivimos el sueño que todo grupo quiere: que te den libertad. 

Fuimos a Hollywood y en los apartamentos en los que nos alojábamos habían estado Linkin Park o Green Day. Encima con presupuesto, ¿qué mas se puede pedir? Luego el disco entró como un cañón, el día de su salida la sala Aqualung se reventó y vimos que algo iba a pasar. O mejor dicho, que estaba pasando. Llegamos a un sector de público al que le gusta mucho el rock, pero si no se lo metían en ese tipo de radios quizá no lo escuchaba en su día a día. 

Llegamos a disco de platino y era un momento muy álgido para la carrera de Sôber. Pero lo llevamos bastante bien. Quizá el error fue sacar Reddo tan pronto, ya que veníamos de hacer dos años de gira con mucha intensidad. Otra vez al estudio, a Los Ángeles, a seguir con la rutina me causó estrés personal. 

También teníamos mucha presión diaria por parte de la compañía. Un día había que coger un vuelo para ir a Crónicas Marcianas a Barcelona, de repente nuevo videoclip, entrevista con no sé quien... No paraba en casa y, aparte, acababa de ser padre. Tenía ganas de disfrutar ese momento. De ahí lo de parar para tomar un poco de aire y tomarme la música de otra manera. Por eso surge Savia, era la manera en sacar canciones cuando quería. Es lo que hacemos a día de hoy: mandamos sobre nuestra propia carrera y las compañías discográficas nos dan un poco igual. Ese parón fue lo mejor que nos ha podido ocurrir. Volvimos con energías recargadas y, con esas bases, esto puede durar hasta que el cuerpo aguante. 

P. A quién nunca les haya escuchado, ¿qué tema le recomendaría para empezar?

R. Depende un poco del estilo. Para alguien que no esté acostumbrado a escuchar rock, tenemos canciones como Náufrago, Estrella Polar o Arrepentido; que son más melódicas y quizá pueden entrar de una manera más directa. Luego está Elegía, ese disco me apasiona, con canciones como Eclipse o Mi heroína

P. ¿Y su canción de Sôber favorita?

R. Náufrago. La compuse todavía en el seno de Savia pero en el último tramo. Habla de amor, de amor a la música, de ese sentimiento que nos une a los músicos y al público. Para mí tiene un valor sentimental enorme y de algún modo es la banda sonora de toda la gente que nos sigue; la corea de una manera diferente al resto. 

P. De no ser por la música, ¿a qué se dedicaría Carlos Escobedo hoy en día?

R. Cuando me compré mi primer bajo con 12 años, ya sentía que me tenía que dedicar a algo creativo. Cuando hacía algo creativo, salía una parte de mí que no estaba en el día a día. Si no estar aquí, hubiese sido productor o músico de sesión. Con 9 años ya escuchaba a Iron Maiden. Cuando a esa edad te regalan el Piece of Mind, ya estás marcado para siempre. 

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