El sello inconfundible de la «familia» Babieca
Diez años de folk en Burgos gracias a un festival que tiende puentes con Irlanda y alrededores. Del 15 al 23 de noviembre, la música de raíz despliega sus alas en distintos emplazamientos (Atapuerca inclusive)
No hay mejor lugar para hablar del Babieca Folk que el monasterio de San Pedro de Cardeña. Junto a la tumba del legendario caballo del Cid Campeador que da nombre a un festival único en Burgos con diez años de andadura. Rodrigo Jiménez y Pili Canal, caras visibles de la organización en esta cita a primera hora de la tarde, eligen este emplazamiento por su simbolismo. También por la amistad que les une con los monjes trapenses, quienes no dudan en abrir las puertas de su casa para acoger algún que otro evento musical de vez en cuando. Estamos, por lo tanto, en el enclave idóneo para desgranar la programación de este año, hacer balance y lo que surja.
«Lo más especial de todo son los grupos que traemos», arranca el presidente de la Asociación Babieca Folk justo antes de hacer gala de una honestidad brutal. Les hubiese encantado tirar la casa por la ventana -en la medida de sus posibilidades- para celebrar como se merece el décimo aniversario. Sin embargo, «el formato es el mismo de todos los años porque no tenemos subvenciones salvo la del Gobierno de Irlanda». En esa tesitura, apostilla, «es muy complicado hacerlo y con mantenernos ya es bastante».
El cartel, a pesar de todo, no desmerece. Para el cierre, el sábado 23 de noviembre en el Cultural Caja de Burgos, los promotores del Babieca contarán con los salmantinos Mayalde, referentes indiscutibles del folk ibérico, en compañía de Lunasa, «un grupo mítico de Irlanda que lleva más de 30 años y al que mucha gente quiere ir a ver».
«Mayalde ya estuvieron aquí en la pandemia. Fue el único grupo que trajimos en 2020 y nos apetecía tenerles otra vez, con un aforo normal, para que todo el mundo pueda disfrutar de ellos», detalla Canal mientras Jiménez augura un «concierto muy potente» en todos los sentidos.
Otra de las grandes bazas para esta décima edición es Abraham Cupeiro, encargado de abrir el festival este viernes, 15 de noviembre, en el Cultural Cordón. Ese mismo día, por la mañana, realizará un par de sesiones didácticas para 800 escolares. Después, el músico gallego compaginará sus dotes divulgativas con una inusual actuación repleta de instrumentos milenarios reproducidos por él mismo. Como el carnyx, una suerte de trompeta elaborada en bronce que «utilizaban los celtas contra los romanos cuando luchaban».
No es baladí la presencia de Cupeiro en el Babieca Folk. Aparte de sus colaboraciones con el Museo Prado y sus innegables aportaciones a la hora de recuperar legados sonoros, tanto su carnyx como otros instrumentos rescatados del ostracismo se integrarán en la banda sonora de la secuela de Gladiator, dirigida -al igual que la primera- por el mismísimo Ridley Scott.
Barriendo para casa, aunque ello suponga desligarse un poco de la vertiente folk que caracteriza al festival, Mario Andreu y Miguel Ángel Azofra actuarán el sábado 16 en el restaurante Comosapiens de Atapuerca. «Les he visto juntos y hacen un poco de todo», avanza Canal mientras destaca que «Azofra es un todoterreno y va a sorprender». Y lo mismo se espera del concierto de los irlandeses Shorelines Trío, el 22 de noviembre, en el Museo de la Evolución Humana (MEH).
La música pasará a un segundo plano el miércoles 20 con la conferencia, en el MEH, de la arqueóloga Esperanza Martín. «Empezamos por el mundo celtíbero y fuimos avanzando hasta la romanización», rememora Jiménez mientras detalla que, esta vez, toca hablar de Flaviaugusta (Poza de la Sal). Además, no oculta que «nos hace especial ilusión porque es una forma de anexo con el Museo».
Otra de las particularidades del Babieca Folk ha sido siempre su implicación social desde un punto de vista pedagógico. Partiendo de esta base, la intención de sus promotores es volver al Hospital Universitario de Burgos (HUBU), en Psiquiatría u Oncología, de la mano de Mario Andreu. Tampoco faltarán las míticas jam sessions, esta vez en el establecimiento más mágico y añejo de la ciudad. El último día, sábado noche, el bar Patillas recibirá con los brazos abiertos a «los folkies de la música irlandesa a los que les gusta aprovechar estos festivales para unirse con más gente y tocar».
Con la previsión de llenar todos los aforos y alcanzar su media habitual de 2.000 asistentes por edición, lo suyo es hacer balance. Para Canal, lo mejor de esta década ha sido «el contacto con la gente y con los músicos. Les recogemos, comemos y cenamos con ellos, intentamos que todos estén cómodos». Por no hablar de lo «gratificante» que resulta convivir con artistas a los que «he visto en otros escenarios con 20 años». En la misma línea, Jiménez alude a los lazos de amistad generados con el público y con otros festivales como el Aitzina de Vitoria. Porque al final, con el paso de los años, se ha creado una «familia» que ansía reencontrarse al abrigo de Babieca.