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«Para transmitir bien un poema hay que vivirlo como cuando se escribió»

La escritora Clara Janés protagonizó ayer una lectura pública en el Palacio de la Isla

Burgos

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L. B. / Burgos

Clara Janés lo ve claro. No basta leer un poema escrito de puño y letra propios para transmitirlo con acierto. Lograr el reto precisa «gran concentración y volver a vivirlo como cuando se escribió», sentencia la escritora y traductora nacida en Barcelona allá por 1940. Por aquello de su larga trayectoria editorial -publicó su primer libro, Las estrellas vencidas, con apenas 20 años- echa mano de los títulos más recientes para sus lecturas públicas, como la que ayer protagonizaba en el Palacio de la Isla, invitada por el Instituto de la Lengua de Castilla y León en el marco del ciclo Tribuna Literaria.

Escogió tres obras recientes -Los números oscuros (2007), Espacios translúcidos (2007) y La indetenible quietud. En torno a Chillida (2008)- porque asegura que así puede «entrar más en la carne y el en espíritu del poema». Y lo hizo, sin esperar nada más que, precisamente, hacerlo lo mejor posible pues, según señala la propia autora, nunca espera nada -en el buen sentido- de los encuentros con el público.

La lectura, titulada El vuelo sin fin por una serie dedicada a los pájaros -capitaneada por el simur, «un ave persa legendarios, símbolo de la unidad en la pluralidad»- y la referencia recurrente de su poesía al vuelo, al movimiento, a la danza o a la música de las esferas, se acompañó para la ocasión de imágenes, en la línea de la poesía visual en la que se zambulló con la obra Espacios translúcidos y a la que reconoce haber cogido gusto.

Un golpe de vista

«Empecé por casualidad, porque me lo pidieron en una revista y, la verdad, estoy muy contenta de aquella incursión», señala la literata. Pero, ¿qué aporta la imagen al verso escrito? En este punto, Janés parafrasea al poeta visual catalán Joan Brossa y comenta divertida: «La vida es muy corta, por lo tanto, el poema hay que abarcarlo de un golpe de vista».

Más allá de la forma, la reconocida traductora, que recibía el Premio Nacional del género en 1995, divisa con claridad el fondo de su extensta obra poética, traducida por cierto a más de 20 idiomas y que compagina con ensayo y narrativa. «El denominador común es la relación del yo con el entorno, pudiendo ser éste otro ser humano, la naturaleza o el cosmos. También la manera de cristalizar esa relación. Se trata además de un tema inagotable porque es nuestra realidad», relata Janés. Para muestra, las tres obras cuyos poemas ayer diseccionó a viva voz.

Rehúsa Janés valorar el estado de salud actual de las letras por carecer de perspectiva, dice, «al formar parte de ellas» y rechaza también, con amabilidad, recomendar autores al ser un tema «muy subjetivo que requiere conocer bien a quien haces la sugerencia». Sin embargo, enumera sin reparo aquellos nombres que la marcaron en su trayectoria profesional y personal tales como San Juan de la Cruz, Jorge Manrique y otros que conoció personalmente como Jorge Guillén, el checo Vladimir Holan o el portugués Ramos Rosa.

Dos prosistas y amigas destacan en esta lista, Rosa Chacel y María Zambrano. Con la primera «hablaba todos los días, ¿cómo no iba a formar mi mente este diálogo continuo?», se pregunta. Sobre ambas versarán sus próximas publicaciones. La primera aparecerá en enero y en ella recopilará las conferencias que impartió en 2005 con motivo del centenario de Zambrano. Rosa Chacel protagonizará el siguiente, que reunirá todo lo que Janés ha escrito sobre ella, sin cartas, anuncia. Serán sendos homenajes «a la persona y a la obra», como ya hizo en 2008 con Chillida en La indetenible quietud.