Las horas enloquecen al paso de Mayumana
El Teatro Principal acoge seis funciones más de 'Momentum' hasta el domingo
A.S.R. / Burgos
Dos enormes relojes de arena se mueven. Iluminación de colores. Suena el tic tac de las horas en unas manecillas antiguas. La noche se pierde y la luna se convierte en un gigante reloj que arropa a los ocho intérpretes que ya han saltado al escenario. Se para el tiempo. Se desmayan en el suelo. Se incorporan. Su cuerpo, sus manos, sus pies, su boca son música. Tiembla el patio de butacas. Se escuchan las palmas. El tiempo enloquece y enmudece, se frena y se acelera, se detiene y arranca. Es Momentum, el espectáculo con el que Mayumana hace parada en el Teatro Principal durante este fin de semana a razón de dos funciones por día (hoy y mañana a las 20 y 22.30 horas y domingo a las 19 y 21.30 horas, entrada: 14-35 euros).
El escenario se muda pronto de piel. Números colectivos e individuales se suceden. Se rompe el tiempo. Música en directo. El dirimbao se escucha, se baila, se videoproyecta y multiplica por obra y gracia de la tecnología. Sin artificios aparece la batería y la guitarra. Cajas de música y de danza contenidas por bailarines, por cajones, por rosas guitarras happy-happy...
«Vamos para adelante, para atrás. Paramos el tiempo, la gente casi siempre quiere que no termine el show. Es el Momentum, son esos momentos que te gustaría pasar rápidos y los que no quieres que terminen nunca. Es lo que tratamos de hacer».
Habla Johnatan Elías, uno de los quince artistas de la compañía, en la que aterrizó en 2006. Para él la diferencia de Momentum respecto a otras obras está en la apuesta por la tecnología, ausente en anteriores propuestas, que se suma a los ingredientes clásicos de Mayumana como son la fuerza, la percusión, el baile, el humor... «Aquí también hay videoproyecciones, sensores de luz... Se ha ido un poquito más allá»...
... «Y sobre todo que interactuamos mucho con el público, es uno de los componentes del espectáculo, casi el cincuenta por ciento, algo que nunca había hecho Mayumana». El relevo lo toma Aka Jean Claude Thiemele, que lleva nueve años en la formación y rehúsa dar pistas sobre esa intervención del espectador. «Cuanta más sorpresa mejor», se excusa y recalca que todo el mundo lo entenderá porque el cuerpo y la música son los lenguajes utilizados y son internacionales.
Este esfuerzo y la sincronización buscada en cada montaje obligan a un duro trabajo de ensayo. «Tenemos que intentar pasar de la música al baile, de éste al humor, al ritmo, a la energía...», comenta Aka, quien reconoce que dos funciones al día son mortales, pero -dice Johnatan- confían en «la morcillita de Burgos», no tanto en el vino.