El Correo de Burgos

Las doce pinturas del retablo de Los Balbases, nunca más cerca

La Catedral detalla el proceso de restauración de estas tablas flamencas antes de su colocación

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A.S.R. / Burgos
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Casi se puede sentir la humedad de las diminutas lágrimas de una mujer o deslumbrarse por la perla de un anillo en una elegante mano. La exposición Huellas de Flandes permite regodearse hasta en el más mínimo detalle de las doce tablas hispanoflamencas del retablo de la iglesia de San Esteban Protomártir de Los Balbases. Estas doce pinturas, fechadas a finales del siglo XV, tutean al espectador en la Sala Valentín Palencia de la Catedral hasta el 22 de noviembre. Después volverán a su ubicación definitiva tras una exhaustiva restauración, promovida por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, cuyo proceso también queda explicado en esta muestra patrocinada por Caja de Burgos y Cajacírculo.

Precisamente en la posibilidad de admirar estas piezas de arte a escasos milímetros, con una perspectiva distinta a la permitida en el templo, hace referencia el comisario, Javier del Campo. «El público en, probablemente, muchas generaciones no va a volver a ver las tablas de esta manera, a esta distancia, con esta cercanía, no va a poder apreciar este detalle, este pormenor, esta profundísima belleza...», comenta entusiasmado y añade: «De alguna manera la pintura hispanoflamenca es la más castellana, con la que todos los artistas y los muchos talleres que funcionaron en el siglo XV se sintieron más cómodos».

Ahí se encuentra el Maestro de Los Balbases, autor de esta colección que narra la vida y la muerte de San Esteban -disputa ante los doctores de la Ley, su detención posterior, su entierro, la recuperación del cuerpo y las vicisitudes por las que pasaron sus reliquias...-, siguiendo el relato de la Leyenda dorada, de Santiago de la Vorágine, la principal fuente iconográfica durante la Baja Edad Media.

El comisario ha apostado por el orden cronológico de esta historia, aunque no es el seguido en la iglesia de este pueblo, situado a 45 kilómetros de la capital, y por mantener las tablas «tal y como son, incluso con sus mutilaciones, a veces un tanto severas» realizadas en el siglo XVIII para adaptarse al nuevo retablo construido en esta época.

Estas intervenciones y la inevitable huella de los quinientos años pasados han obligado a una profunda rehabilitación que se ha alargado durante ocho meses.

«Muy grave». Es el adjetivo elegido por Francisca Soto, restauradora de Talleres de Arte Granda, para referirse al estado de conservación de estas tablas fechadas entre 1490-1495: ataques de xilófagos, mutilación de las zonas superiores donde iban acopladas las cresterías del retablo en el siglo XVIII, alteraciones de los pigmentos sobre todo los rojos y los azules... A pesar de estos desperfectos, Soto se congratula por que se percataran de su valor y mantuvieran las pinturas en el nuevo retablo.

Efectuado el diagnóstico, las tablas entraron en el quirófano para someterse a varias operaciones. La primera se centró en la protección y adhesión de las capas desprendidas del soporte de la madera. Una segunda fue la limpieza y eliminación de repintes, muy compleja -dice Soto- porque debajo de estos en algunas ocasiones había otra capa más pegada al original. Realizada esta intervención salieron a luz numerosas pérdidas por lo que hubo de acometer una labor de integración, perfectamente distinguible de la película original. Y ahora sí. Los Balbases proyecta la vida de San Esteban sin cortes.La factura hispanoflamenca

Las características de la escuela hispanoflamenca aparecen en las tablas expuestas en Huellas de Flandes. Se aprecia realismo, estilización, precisión en el detalle, palidez en las encarnaduras, perfilado de labios y ojos y gusto por la suntuosidad. Además los espacios, las personas y sus actitudes responden a la moda burguesa y cortesana del siglo XV.

El responsable de esta factura es el Maestro de Los Balbases, junto al que se han identificado al menos dos autores más, uno desconocido y el Maestro del Salomón de Frómista. Al Maestro de Los Balbases se le considera uno de los de mayor calidad de cuantos trabajaron en el foco artístico burgalés y su pintura se mueve en la órbita de Van Eyck, Bouts, la Escuela de Tourmei y Memling. Y a él se atribuyen otras obras como la del Juicio Final de San Nicolás de la capital. 

En Los Balbases, su paleta da vida a la historia de San Esteban, aunque en la muestra se llama la atención sobre la ausencia de referencias al momento en el que el santo fue nombrado entre los primeros siete diáconos de la Iglesia o al martirio por lapidación que sufrió.

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