El Correo de Burgos

Juguetona travesía de 'Cabaret líquido'

Laví e Bel embarca al público en un viaje alrededor del mundo «muy divertido, cómico y poético, naturalista y de máscaras...»

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Cruzar la puerta de Cultural Caja de Burgos anoche era embarcarse en una loca travesía alrededor del mundo. No en un barco cualquiera. En un café cantante, con música en directo, baile, humor, picardía, payasos, teatro, luces, acción... y con algún guiño al puerto seco en el que atracó para pasar una noche muy, muy divertida la compañía granadina Laví e Bel, artífice de Cabaret líquido, Premio Max 2009 al Mejor Espectáculo Musical. El cabaret se siente desde el primer minuto, desde que los espectadores buscan su butaca con la compañía de la música en directo y de cabareteras y cabareteros.

Una insinuante señorita, con sus labios pintados de purpurina roja, sus flores en una repeinada cabellera, sus medias de rejilla y sus taconazos, saluda al personal a pie de patio. Es Nerea Cordero. Está encantada con su presencia en este cabaret. Ve a una periodista y se pierde. Le encanta llamar la atención. A Larisa, también, pero prefiere otra clase de protagonismo. Confiesa, sin quitar sus pícaros ojos de los técnicos de sonido, que lo suyo son los masajes. No quiere nada más. Y se va rauda.

Se respira buen rollo. Nerea llama la atención sobre esa buena sintonía entre los intérpretes: A ella se suman Javi Parra, Piñaki Gómez, Camino Miñana, Larisa Ramos, Oriol Boixader (clarinete), Javi Viana (percusión), Morten Jespersen (piano) y Miguel Pérez (bajo). Y ese ambiente se traslada a escena. «Es muy divertido y muy interesante por su carácter multidisciplinar. Es cómico y naturalista, poético y de máscaras, se canta y se baila...», enumera y destaca el artesanal trabajo realizado por esta compañía con dieciséis años de experiencia y con otros montajes cabereteros en su haber (Cabaret Caracol, Cabaret nómada, Petit Cabaret...).

Es -asegura- una manera de reivindicar este género, que alcanzó su punto álgido en el París y el Berlín de la posguerra. «Es una disciplina muy rica y si sabes traértelo a la realidad de hoy tiene mucho que decir. Te permite, con mucha picardía y desenfado, expresar cosas poco políticamente correctas. Evidentemente, el cabaret de hoy no es el de hacer cuarenta años», comenta segundos antes de ponerse a cantar.

Y es que faltan escasos minutos para que zarpe el barco. Músicos y actores están en escena. Advierten de que los asientos pueden moverse por culpa de las olas, aunque nadie reparará en ellas cuando suene la canción (Tengo tanto amor que se agota...), se escuche el ritmo del baile, se cuente la historia del Hombre Radio, el payaso toque su triste melodía en el saxo y se ría de los perversos músicos, salgan las dulces geishas...

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