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LUIS HERNANDO / Reto Aconcagua

El ‘techo de América’ tendrá que esperar

El burgalés se quedó a 100 metros de la cima, extenuado por el mal de altura, y no pudo batir el récord / Relata en primera persona los detalles de su aventura en un diario escrito a pie de cumbre

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Burgos

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D. O. C. / Burgos

A veces 100 metros te pueden separar de la gloria. Pero el éxito va mucho más allá de la consecución de las metas deportivas. La aventura y el afán de superación son premios con un valor casi eterno, más allá de las medallas. Más cuando antes has tocado el cielo en tu disciplina deportiva.

Los burgaleses Luis Alberto Hernando y Félix Castrillo se embarcaron en las últimas semanas en un reto de altura: batir el récord de velocidad de ascensión al techo de América, el Aconcagua, partiendo desde la entrada al parque de Horcones, un trayecto de 81 kilómetros de recorrido. El primero no lo pudo conseguir a principios de enero y recientemente (la pasada semana) tampoco pudo el segundo superar un registro establecido en su día por otro montañero español Jorge Egocheaga, quien completó el recorrido en 2007 en un tiempo de 14 horas y 5 minutos.

Al menos ambos han salido sanos y salvos del desafío, gracias a que supieron anteponer la vida a la conquista de un récord. El agotamiento extremo típico de la alta montaña, en la que cuesta no ya hacer un esfuerzo, sino solamente razonar, impidió al campeón de la Copa del Mundo de Carreras por Montaña coronar el coloso americano el día del asalto del registro. Pero seguro que habrá más oportunidades.

Al final no hubo récord, pero sí un esfuerzo titánico, del que sin duda se sentirá pronto orgulloso. Un par de días después del intento de batir el récord de ascensión de Egocheaga, ya en el paraje conocido como Penitentes, el burgalés ha querido poner en orden todos sus pensamientos y escribió un diario que reproducimos a continuación:Buenas sensaciones en los primeros kilómetros

Luis Hernando afrontó este desafío en compañía del catalán Sergio Gimeno. El intento de récord tuvo lugar el viernes 3 de febrero. Después de una primera parte del trazado a muy buen ritmo y con un crono espectacular (la zona donde el burgalés se sentía más cómodo, pues era la que podía realizarse corriendo) los problemas empezaron a aparecer, poquito a poco, a partir de los 6.200 metros, convirtiendo la aventura en muy peligrosa a los 6.600. De hecho, tuvo que tomar la decisión de dar media vuelta y bajar sin conseguir su objetivo a tan sólo 100 metros de la cima.

«Desde la salida en Horcones a las 5,00 horas el ritmo y los tiempos de paso eran los previstos y las sensaciones también. En 50 minutos llegamos a Confluencia cogiendo un ‘camelback’ y en poco menos de 3 horas ya llegamos al campo de Mulas (4.300 metros), donde había  preparado un avituallamiento y cambio de ropa y calzado».

«Hasta aquí me encontré bastante bien pero faltaba la parte dura. Hasta ahora lo había hecho corriendo casi todo el tiempo, excepto la ‘cuesta brava’, un repecho de 250 metros bastante empinado que lo ascendí andando. Después de avituallar y ya con bastones seguí para arriba ya andando, pero con ritmo sostenido y con buenas sensaciones. Fui ganando altura rápidamente, ya que este tramo tiene bastante pendiente, llegando a Nido de Cóndores (5.400 metros) a las 9,30 horas aproximadamente. Allí también tenía algo de avituallamiento y ropa que Sergio Gimeno había dejado por la mañana».El mal de altura le castiga a partir de los 6.200 metros

«Seguí con determinación y confianza, convencido de que iba bien de ritmo y tiempo, para hacer la cumbre y bajar a Horcones de regreso con garantías. En menos de una hora pase por el campo de Berlín y poco más tarde por el de Cólera (5.970 metros). Aquí empecé a sentir sensaciones algo extrañas que no había experimentado nunca, pero seguí sin que me preocupara en exceso. Aproximadamente a 6.200 de altitud, y sin darme cuenta, estaba perdiendo algo de coordinación y equilibrio y la sensación de fatiga no era como las de una carrera convencional».

«Poco antes de Independencia (6. 400 m.), donde me esperaba Sergio, empecé a no sentirme tan bien. Llevaba  6:15 horas de aventura y ambos decidimos descansar 15 minutos, avituallar y ponerme las botas y los crampones. También tomamos la decisión de no usar el Gran Acarreo en la bajada. O mejor dicho, la tomó Sergio, que había reconocido el terreno y sabía que con la costra era delicado bajar. Tan inseguro como me vio no dudó en decirme que bajara por la vía tradicional».

«Algo recuperado ya, y aún con un tiempo aceptable, empecé la travesía, donde más sopla el viento y mas frío hace, aunque tuve suerte y fue mejor de la previsión que nos había dado la meteo. El ritmo decayó poco a poco, sin que yo fuera muy consciente. Así llegue a la Cueva del Guanaco (6.660 m.) donde las fuerzas me seguían abandonando. Aquí, protegido ya del viento, empecé a subir la Canaleta -el tramo de mayor dificultad técnica por su gran pendiente y que lleva directamente hasta del techo de América-, con nieve muy pisada y algo de hielo.

«Volví a sentir falta de coordinación y una fatiga muy extraña que no me dejaba controlar el ritmo. Era como el de un ‘ochomilista’. Teniendo que parar cada pocos pasos, incluso más lento que el día 25 de enero, cuando hicimos cima sin ninguna prisa. Estaba totalmente agotado y para ganar pocos metros necesitaba mucho tiempo, cayéndome prácticamente a cada paso sin poderme sujetar ni con los bastones, sin coordinación ni equilibrio».

La decisión más difícil: dar la vuelta y bajar a 100 metros de la cumbre.

«Uno de los guías que iba con sus clientes, me dijo sin conocerme que no merecía la pena, que el ‘Cerro’, como lo llaman aquí, seguiría el próximo año en el mismo lugar. Estaba extenuado, viendo ya a la gente en la cima (6.962 metros). Volví a sentarme, iba tan despacio que el grupo del guía (Claudio) me alcanzó y me dijo que no me veía bien y me recomendó bajar. Después de 30 o 40 minutos intentando avanzar, aunque fuera un poco, volví a caerme, pero intenté seguir. El mismo guía que estaba muy pendiente de mí me dijo: ‘de aquí ya no pasas, baja’. Cosa que, ahora en frío, le agradezco mucho».

«Volví a sentarme y dentro de mi extenuado cerebro y con una ausencia de oxigeno importante (a más o menos 6. 850 metros) terminé de ver la necesidad de bajar. Mientras Sergio, en lugar de esperarme al final del Gran Acarreo como habíamos planeado, bajó a Nido de Cóndores para coger avituallamiento y volver a subir a mi encuentro. Cuando estaba subiendo por Berlín un guarda del parque le dijo que me había dado la vuelta y que no iba demasiado bien».Lento y penoso descenso.  Avituallamiento.

«Descendí a un ritmo mucho menor que en el ascenso, para llegar a Independencia (a unos 400 metros por debajo) ‘creo’ que tardé por lo menos 2 horas. Poco después me encontró Sergio, no era capaz de comer ni beber, aunque él me insistía y yo sabía que era imprescindible para recuperar algo de fuerza. Después de un descanso de 20 minutos continuamos con el descenso. La bajada fue un poco angustiosa y deprimente, consciente de que no había conseguido el récord y ni tan siquiera la cima, que tuve al alcance de la mano. Poco a poco llegamos a Cólera y parecía que empezaba a recuperar (5.970 metros)».

«A partir de aquí conseguimos bajar a un paso normal, lento pero coordinado. Ya había recuperado el equilibrio y la confianza. Antes o después estaríamos cenando en Mulas. Llegamos a Nido de Cóndores (5. 400 m.). Allí la patrulla de rescate nos puso un té caliente, pero les surgió una emergencia en la Cueva del Guanaco y salieron rápidamente para auxiliar a los montañeros. Sergio recogió el material que utilicé en todo el recorrido y nos pusimos otra vez en marcha para continuar con el interminable descenso».

Lo que tardamos 50 minutos (con mochila) los días de aclimatación se convirtieron en dos horas y media. Sobre las 21:15 horas llegamos por fin a Mulas. Me sometí a un reconocimiento medico y estaba todo correcto. Luego una cena ‘potente’, con alguna risa pero contrariados y con mucha pena por cómo había salido todo. Nos metimos en el saco y decidimos que las conclusiones y los errores cometidos los analizaríamos de forma más objetiva en un par de días».

Pasó este tiempo y ya en Penitentes, tras descansar, dejaron constancia de este desafío de altura.