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MONTAÑISMO

¿Subir el Aconcagua (6.962 m) con 60 años? Así 'burló' Montse al mal de altura

La burgalesa Montse Corral coronó el techo de América a sus 60 años, superando el miedo a la altitud y los abandonos en su expedición

Expedición al Aconcagua. ECB

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Burgos

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Cuanto observamos una montaña y miramos a la cima, tomamos conciencia de todo en cada momento, la altura, el clima, la dificultad. Aprendemos a valorar que lo que importa es el camino recorrido y aunque la cima dará satisfacción, el verdadero regalo es la experiencia vivida. Eso mismo le sucedió a Montse Corral, que a sus 60 años de edad y con su empleo de funcionaria en la Subdelegación del Gobierno en Burgos, buscó un nuevo pico que sumar a sus experiencias en cincomiles. 

Este no fue otro que el techo de América, el Aconcagua (6.962 metros de altura), un casi sietemil. Con el temor al siempre oportuno mal de altura y los abandonos en la expedición que la acompañaban, la burgalesa atacó la cima en 19 días y se sobrepuso al miedo y las dificultades para recordar su hazaña con descargo y nuevos retos en el horizonte.

Apasionada del deporte al aire libre y con pasado en el atletismo federado «hasta que llegaron las lesiones», Corral encontró en el Club Deportivo Montañeros Burgaleses una vía de escape a la rutina de la atención al público. Comenzando con rutas dominicales y probando las jornadas pirenaicas del club, que se realizan en julio, la burgalesa sintió la llamada de la alta montaña y atacó su primer gran ascensión en 2017 con la subida al Monte Kilimanjaro (5.895 m.) en Tanzania junto a otros tres compañeros más de la agrupación local. 

En el techo de África, sintió por primera vez el mal de altura. Una dolencia causada por la reducción de la presión atmosférica y niveles más bajos de oxígeno a grandes alturas que la provocó náuseas y trastornos intestinales agudos. Sin embargo, ese encuentro con la naturaleza y la posibilidad de «desconectar del mundo», fueron suficientes para que un año después formara parte de la expedición «Vuelta al Manaslu» en la cordillera del Himalaya, Nepal (5.315 metros). 

La pandemia acrecentó sus ganas por seguir viendo el mundo desde las nubes y con el agobio y la ansiedad del encierro fijó su mirada en el Cerro Aconcagua de Argentina. «La edad se va echando encima y 2023 era el momento perfecto para hacer algo más importante».

Decidida a coronar ‘el centinela de piedra’, Montse Corral viajó de Burgos a Mendoza (Argentina), el 6 de enero de 2023. Momento en el que fue consciente de la empresa. «El clima te puede jugar una mala pasada. La edad siempre juega en tu contra, sobre todo mentalmente, pero principalmente el mal de altura es el mayor miedo

En el Kilimanjaro lo sentí a 4.800 metros y esto son casi 7.000». Conocedora de los riesgos, trató de prevenir la dolencia «bebiendo mucha agua, porque el mal de altura deshidrata mucho y tienes que ir incrementando el agua en función de la altura». Meses antes, su preparación fue a conciencia. «En Burgos intenté hacer altura. Sitios como el San Millán o el ciclismo, ayudan a hacer cardio que da mucha fortaleza». 

Con sus botas dobles y sus escarpines cedidos por una de sus compañeras del Club Montañeros Burgos, Corral aprovechó el primer día en las faldas del gigante para aprovisionarse junto a los siete compañeros que viajaron de distintos puntos de España y Francia. Alquiler de botas, sacos de montaña y comida de altura fueron algunos de los preparativos que acometieron antes de comenzar la ascensión. Durante las jornadas de aclimatación, fundamentales para evitar el mal, la expedición alcanzó la Plaza de Mulas, situada a 4.200 metros de altura. Un lugar propicio para dormir y descansar antes de afrontar el tramo más duro de la montaña. 

Cumplida la semana, alcanzaron el campo uno llamado Nido de Cóndores (5.550 m.), donde las inclemencias meteorológicas obligaron a regresar al anterior refugio. Y no fue hasta el 15 de enero cuando lograron subir hasta la Plaza Cólera, a 5.970 metros de altura, sintiendo el efecto de la altitud que provocó un paso mucho más lento en la columna. «Por la noche llegué a sentir la falta de aire», confiesa Corral.

Pese a tener previsto hacer más rutas de aclimatación, el tiempo abrió una ventana para hacer cima el día siguiente. Sin viento ni nieve, la marcha de la burgalesa tomó el Nido de Cóndores de forma definitiva el 17 de enero. Con 400 metros de desnivel más de lo previsto. Atacaron la cima desde el Nido de Cóndores, saliendo a la una de la mañana, con todo el aparataje a cuestas. 

En la Plaza Cólera (5.970 metros) dos personas abandonaron la expedición. Un giro inesperado que sembró la incertidumbre en el grupo. Para colmo, «los guías dijeron que informarían a través de las agencias en España de nuestro progreso» y tal y como confiesa Corral, aquel fue uno de los momentos «más emotivos». 

A pesar del miedo y el cansancio, la burgalesa decidió seguir adelante y tocó la cumbre a 6.962 metros de altura, convirtiendo aquel 18 de enero en «el mejor y el peor día» del viaje. «El mal de altura no te deja disfrutar la cima, afecta. Fue el peor porque en el momento de Cólera, tenía sueño, cansancio y tenía que decidir si seguir o no. Fue el mayor momento de temor».

En total, 18 días de travesía hasta la cima del monte más alto de América que la burgalesa recuerda con satisfacción: «Lo he pasado mal en la montaña, pero al final esos momentos se olvidan. La montaña es una mezcla de ego, superación y disfrute».

Su próximo reto será en septiembre en Turquía. Algunos componentes del Club Montañeros Burgaleses atacarán el Monte Ararat de 5.137 metros. Una altura menor que Corral justifica aludiendo a la barrera del disfrute: «está en los 5.000 metros. Más alto, no se puede casi respirar y se piensan muchas cosas».