El Correo de Burgos

La proteína que mide la gravedad de un ictus

Investigadores del Ibsal descubren que la genética influye en la recuperación tras sufrir un accidente cerebrovascular.

Una investigadora en el Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca.-ENRIQUE CARRASCAL

Una investigadora en el Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca.-ENRIQUE CARRASCAL

Publicado por
E. L.
Burgos

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Vértigo, desequilibrio e incapacidad para coordinar las extremidades superiores e inferiores. Vómitos y un ruido extraño en el oído. Después, miedo. El ictus llega sin previo aviso. Un chasquido en el cerebro y una nueva vida que comienza para un enfermo con un pronóstico de naturaleza desconocida.La hemorragia cerebral, que se produce cuando se rompe un vaso sanguíneo en el ordenador de a bordo de manera espontánea, es el accidente cerebrovascular que mayor tasa de mortalidad tiene, ya que el 50% de las personas que lo sufren no sobrevive al primer mes y aquellos que lo hacen tienen un elevado riesgo de padecer secuelas, y presentar distintos grados de discapacidad. Por tanto, conocer esta información es importante no sólo para los pacientes, sino para sus familias.A la ausencia de un tratamiento médico específico, se suma el desconocimiento, puesto que dos personas con un mismo daño pueden evolucionar de una forma muy diferente. ¿Por qué? La respuesta la tiene el grupo de Neurobiología Molecular, dirigido por la doctora Ángeles Almeida, del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (Ibsal) y del IBFG (Universidad de Salamanca y CSIC). Estos investigadores han descubierto que la información genética mide la gravedad tras padecer un ictus.Mediante el análisis de un polimorfismo en el gen humano de p53, esto es, una mutación puntual en el ADN que está presente en un elevado porcentaje de la población, han comprobado que las dos variantes de la proteína, p53-Arginina y p53-Prolina, determinan el alcance del ataque en el cerebro.

Por un lado, la primera de ellas está asociada a un mal pronóstico y es más efectiva a la hora de provocar la muerte neuronal y endotelial después de un daño isquémico. «Este hecho, que previamente habíamos demostrado mediante estudios in vitro, lo hemos constatado ahora en un modelo experimental de hemorragia intracerebral in vivo», explica Ángeles Almeida, investigadora principal.Este punto les ha permitido ver que, además de las neuronas, las células endoteliales del cerebro también son susceptibles al proceso hemorrágico, «lo que se asocia a un mayor daño vascular», señala.

Por otro lado, han descubierto que la variante p53-Prolina implica una mejor recuperación de los pacientes.En este sentido, Almeida cuenta que en un conjunto de enfermos de ictus hemorrágico, procedente del Hospital Universitario de Salamanca, han demostrado que esta variante implica la participación de progenitores endoteliales que migran desde la médula ósea hasta la zona dañada del cerebro para repararlo. «De este modo se favorece la respuesta regenerativa y la neovascularización de la zona afectada en individuos con p53-Prolina», manifiesta.La innovación, en su opinión, radica en que este proyecto permite asociar por primera vez el polimorfismo de p53 con la reparación cerebral y el pronóstico funcional de los pacientes de ictus hemorrágico. Así, los enfermos que tengan esta variante tendrán una mejor recuperación. «En un futuro, puede tener gran importancia a la hora de elegir la vía de actuación terapéutica más adecuada para cada paciente», afirma, antes de añadir que en la actualidad se tiende a la medicina personalizada. «Este biomarcador, junto con otros que estamos identificando, servirán para hacer un tratamiento más racional y eficaz en pacientes de ictus», resume la investigadora del Ibsal.El proyecto comenzó hace siete años. Eso sí, indica que los resultados partieron de un trabajo anterior del grupo en el que observaron que las neuronas en cultivo primario que expresaban la variante p53-Arginina eran «más susceptibles» a la apoptosis –vía de destrucción o muerte celular programada o provocada por el mismo organismo– que las de la variante p53-Prolina. «Ello nos llevó a pensar que esta susceptibilidad también podrían tenerla las células endoteliales del cerebro, que son fundamentales para inducir a la reparación cerebral tras el daño». Por tanto, el estudio, que ha sido publicado en la revista Cell Death and Differentiation, ha tenido como base los resultados obtenidos en neuronas de ratón en cultivo, que luego han comprobado en un modelo de hemorragia intracerebral en ratón, para finalmente confirmarlo en seres humanos, en este caso, en pacientes de ictus hemorrágico.Respecto a las ventajas, Ángeles Almeida sostiene que se tendrán que buscar en el futuro, cuando la medicina personalizada sea un hecho, de manera que la determinación de este biomarcador en los enfermos de ictus, junto con otros que estamos identificando, servirán para conocer «la susceptibilidad genética» del paciente al daño cerebral provocado por la hemorragia para así establecer, en cada caso, el tratamiento «más racional y eficaz» de manera individual, subraya. «Si sabemos de antemano cómo va a evolucionar el paciente mediante la determinación de este polimorfismo, podremos establecer vías terapéuticas para llegar a mejorar el pronóstico, por ejemplo, con la rehabilitación».De esta manera, indica que se trataría de establecer medidas para «transformar» el pronóstico de un paciente que expresa p53-Arginina, en uno que expresa la variante Prolina. «Ello puede provocar que, dentro de un tiempo, consigamos disminuir las altas tasas de discapacidad que provoca el ictus, lo que supondría un importante ahorro para el sistema sanitario y las familias que cuidan de estos pacientes», expone la investigadora principal.Avanza que van a seguir trabajando en el estudio de los mecanismos que regulan la reparación cerebral tras un daño hemorrágico, que además condiciona el pronóstico de los enfermos de ictus. Sus planes están encaminados a identificar nuevos biomarcadores genéticos para que, con los que ya han descrito, se pueda establecer una batería que permita predecir «de una manera sólida» el pronóstico funcional de estas personas.Además, Ángeles Almeida comenta que están interesados en establecer nuevas vías de actuación terapéutica que promuevan la reparación cerebral, fundamentalmente del sistema vascular, lo que permitiría mejorar la recuperación funcional y disminuir la discapacidad de los pacientes de ictus.

El proyecto ha sido realizado gracias a la financiación de la Unión Europea, el Instituto Carlos III, principal entidad financiadora nacional de investigación en salud, y por la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León. Y el equipo que se encuentra detrás ha sido el primero en relacionar esta variante con el alcance de este accidente cerebrovascular. En este sentido, Almeida destaca que la principal diferencia con otros grupos de investigación que trabajan en el mismo campo es que aportan «una gran riqueza de recursos y, lo que es aún más importante, la posibilidad de mezclar la investigación preclínica en animales, y la investigación clínica. «El marco del Ibsal, con el hospital como núcleo, nos permite realizar investigación preclínica y clínica, es decir, poder abordar en modelos animales diferentes problemas de la clínica y, al revés, comprobar en muestras humanas los resultados obtenidos en los animales».

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