Austria: el fin de la memoria
Es grave que el país que vio nacer a Hitler y donde se vivió el Holocausto pueda ser el primero en dar un presidente ultraderechista a la Unión Europea
En Austria el presidente es una figura ceremonial, un cargo que ostenta la jefatura del Estado y en el que se alternaban históricamente los socialdemócratas y la derecha popular. Pero el nuevo presidente ya no será de ninguno de estos dos partidos hegemónicos, ambos borrados del mapa en la primera ronda. Con el recuento mas apretado que se recuerda habrá que esperar para saber si Alexander Van der Bellen, un outisder ecologista y de izquierdas, se convierte en antídoto para evitar que Austria con Norbert Hofer y su Partido para la Libertad consigan que la ultraderecha se haga con el poder. La amenaza es tremenda. Austria es un país pequeño, con consecuencias políticas apenas perceptibles en el conjunto del continente, pero la onda expansiva del avance de la extrema derecha contagia al continente y, aunque no consiga la presidencia, deja abierta la puerta para que otros los acaben logrando mientras en Europa crece el escepticismo en la misma medida en que avanza el temor. Esa era la importancia de estas elecciones. Tras una primera vuelta de castigo a los partidos tradicionales, un lobo con piel de cordero que se define de centro pero abona el espectro ideológico de la ultraderecha ha conseguido dividir el país en dos y, aunque puede perder por muy poco, ha marcado una nueva cota. RETÓRICA NAZI
No es un fenómeno aislado, la polarización recorre Occidente y la derecha radical es su principal beneficiario. En Austria, con un discurso que recupera la retórica nazi para recordar que el pueblo alemán forma parte de una cultura única, Norbert Hofer, aprovecha la inseguridad económica y cultural para abonar el ultranacionalismo. El peso de la historia, sin duda hace que el resultado en este país tenga un efecto mayor, pero el problema es que trasciende a estas fronteras. El progreso de movimientos xenófobos de ultraderecha está dejando de ser marginal. Incluso en España hemos visto las primeras manifestaciones. En el ascenso de estos movimientos radicales europeos hay ciertamente diferencias. No es lo mismo el UKIP de Nigel Farage en Gran Bretaña que el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia o Amanecer Dorado en Grecia, que ni siquiera disimula sus simpatías fascistas. Pero todos coinciden en una política común de odio hacia la inmigración, de proteccionismo, de romper la Unión Europea y recuperar las fronteras.FALTA DE LIDERAZGO
La oleada de refugiados, pero sobre todo la falta de liderazgo político para encontrar una respuesta colectiva en Europa a este reto, solo ha reforzado sus postulados. Austria es el mejor ejemplo. Frente a la inseguridad de la gente, el avance de un discurso xenófobo que utiliza el miedo es imparable. Su ascenso no solo pone en cuestión una política hostil hacia los refugiados, -que también-, sino al proyecto de Europa tal y como se venía construyendo desde hace décadas, como un espacio común de defensa de la libertad y libre circulación. Aunque la ultraderecha no consiga ganar, Austria lanza una nueva señal de alerta; si además lo consigue, la UE tendrá un jefe de estado de ultraderecha por primera desde la segunda guerra mundial. Curioso que un país que vio nacer a Adolfo Hitler y vivió el holocausto, haya llegado tan pronto al final de la memoria y avance por caminos conocidos que nos llevaron a la nada.