EL YIHADISMO EN EUROPA
El autor del atentado de Berlín era consumidor de cocaína y éxtasis
Anis Amri podría haber perpetrado el ataque bajo los efectos de la droga, según la investigación. El joven tunecino fichado por vínculos con el Estado Islámico viajó a Francia, Holanda, Italia, Bélgica y Suiza antes y después del atentado
¿Quién era Anis Amri? Poco a poco Alemania va destapando más datos sobre el presunto autor del atentado terrorista de Berlín que el pasado 19 de diciembre causó 12 muertos y hasta 48 heridos después de estrellar intencionadamente un camión contra el concurrido mercado navideño de Breitscheidplatz. Según avanzó la noche del domingo el informe citado por el diario ‘Die Welt', este joven tunecino de 24 años era consumidor habitual de cocaína y éxtasis, lo que hace pensar a las autoridades que podría haber estado bajo los efectos de alguna droga en el momento del ataque.Aunque esta hipótesis aún está siendo investigada, a estas informaciones se le suma que Amri ya tenía un registro de delitos de drogas cuando aún vivía en su Túnez natal y que en Berlín, donde residió durante unos meses, era conocido por ganar dinero al trabajar como traficante y vender este tipo de sustancias en el parque de Görlitzer.Según este último informe de la investigación, a la amplia lista de países en los que estuvo el joven tunecino se suma ahora Bélgica, donde existe uno de los entornos salafistas más fuertes de Europa y donde viajó meses antes de la masacre. Sus conexiones ahí aún no están claras. ‘Die Welt’ también apunta que aunque la prioridad de la investigación es destapar los contactos yihadistas de Amri, de momento no se han obtenido resultados, ya que solo se encontraron dos contactos guardados en su teléfono móvil. Se cree que tendría buenos contactos en Europa y especialmente en Italia.
HUÍDA POR MEDIA EUROPA
Las autoridades alemanas siguen sin esclarecer todos los detalles de lo sucedido y el largo recorrido por el continente que Amri, fichado por la policía por sus vínculos con el grupo autoproclamado Estado Islámico (ISIS, en inglés), antes y después de perpetrar el atentado. El pasado 7 de enero la Fiscalía de Suiza abrió una investigación para investigar si, como avanzó la radio alemana ZDF, Amri habría visitado esta tranquila república transalpina antes del atentado para adquirir la pistola que utilizó para secuestrar el camión y más tarde para darse a la fuga.Tras perpetrar el ataque, Amri inició un esperpéntico periplo de huída. El 21 de diciembre, dos días después del ataque, una cámara de seguridad lo captó en Nijmegen, localidad holandesa cerca de la frontera alemana. Ese mismo día llegó a Ámsterdam y tomó un tren que lo llevó al norte de Bruselas, en Bélgica. El día siguiente tomó otro tren hacia el sur de Francia, con paradas en Lyón y Chambery, y posteriormente llegó a Turín, en el norte de Italia. El día 23 llegó a Milán, donde fue abatido por dos policías locales después que Amri abriese fuego en un control rutinario. Todo este viaje lo hizo con un arma y aparentemente herido.
ERRORES EN EL SISTEMA
¿Cómo pudo un hombre fichado por la policía e investigado por sus vínculos terroristas campar a sus anchas? Esta es la pregunta que Alemania se repite insistentemente tras saber que las autoridades nacionales conocían la conexión entre Amri y el Estado Islámico y que era vigilado por las fuerzas de seguridad desde finales del 2015. Este fin de semana el ministro de Justicia, Heiko Maas, fue la primera autoridad federal en admitir errores y aseguró que se está trabajando en un informe para esclarecer los hechos.El atentado de Berlín escenificó algunos de los graves problemas del sistema de seguridad y de acogida alemán. Amri estuvo registrado en refugios del país con hasta 14 identidades distintas y evitó ser deportado a pesar de la voluntad de las autoridades. El Ejecutivo deAngela Merkel ya ha respondido con medidas para que haya más comunicación entre los Estados alemanes y para que se endurezca el trato a los refugiados, entre los que se infiltró Amri y quienes lo denunciaron hace meses al conocer su radicalización. Aún así, eso no ha evitado las críticas y que hoy solo el 36% de los ciudadanos confíen en sus servicios de inteligencia.