CLAVES PARA UNA COMPARECENCIA DRAMÁTICA
Dos mujeres más (y van cinco) acusan al candidato de Trump al Supremo
El juez Brett Kavanaugh testificará este jueves en el Senado junto a una de las mujeres que le acusa de abusos sexuales
Dentro de unas horas, la vida política en la capital de Estados Unidos echara el freno como pocas veces lo ha hecho en los últimos tiempos. El juez Brett Kavanaugh comparecerá ante el Comité Judicial del Senado para defenderse de las acusaciones de abuso sexual que ha ido acumulando desde que Donald Trump lo escogió para ocupar la plaza vacante del Tribunal Supremo. Poco antes declarará Christine Blasey Ford, la primera mujer que salió al paso para cuestionar la reputación ímproba que el magistrado arrastraba. Solo ella testificará, pero las suyas no serán las únicas alegaciones que resonarán en la sala. Hasta cuatro mujeres más han acusado a Kavanaugh, dos de ellas en las últimas horas, una cascada de alegaciones que ha convertido su proceso de confirmación en algo más que un espectáculo político. Seguramente nada tendría el dramatismo que ha adquirido si no hubiese tanto en juego. Los jueces del Supremo son vitalicios. Sirven hasta que mueren o hasta que la enfermedad los inhabilita. Y en sus manos quedan cuestiones tan trascendentales como el aborto, el matrimonio homosexual, la tenencia de armas o los términos que rigen el acceso a la Sanidad. Kavanaugh nunca fue un candidato de consenso. Ocupó cargos políticos en la Casa Blanca del republicano George W. Bush. Y si acaba siendo confirmado, los conservadores tendrán una sólida mayoría en el Supremo. Cinco jueces a cuatro. Con todos esos elementos, nadie dudaba que la resistencia demócrata a su ratificación sería numantina. Lo que nadie esperaba es que debajo de las piedras afloraran toda clase de acusaciones de naturaleza sexual contra el aspirante al Supremo. Solo hay un precedente en la historia reciente. Data de 1991, cuando la profesora Anita Hill acusó al juez Clarence Thomas de haberla acosado sexualmente. Los senadores del comité, todos hombres, la vapulearon sin piedad y Thomas acabó vistiendo la toga. Pero aquellos eran otros tiempos. Las acusaciones contra Kavanaugh llegan en plena era #MeToo. Y la prueba es que la mayoría republicana del comité (todos sus miembros son hombres) ha elegido a una desconocida fiscal de Arizona, Rachel Mitchell, para que se encargue de interrogar a Ford. Quieren evitar la falta de empatía hacia la presunta víctima que sus predecesores demostraron años atras con Anita Hill. Kavanaugh ha negado todas las acusaciones. “Esto es una casa de locos. Es una campaña de difamación. Están tratando de hundirme a mí y mi familia”, les dijo esta semana a los senadores. Cuenta con el respaldo de Trump, que ha dicho que las alegaciones son “una gran estafa”, una afirmación que ha justificado por las numerosas “acusaciones falsas” de las que él mismo ha sido objeto. Para comprender lo que pasará este jueves, conviene recapitular porque el dossier de acusaciones es amplio y escabroso.
CHRISTINE BLASEY FORD
Es la única mujer que testificará. Tiene 51 años y es profesora con rango de doctora en la Universidad de Palo Alto (California). Dice que Kavanaugh intentó violarla en una fiesta del instituto en 1982. Junto a un amigo la encerró en una habitación, trató de quitarle la ropa y le tapó la boca cuando trató de pedir auxilio. Sostiene que no compartió con nadie su historia hasta 2012 porque estaba “demasiado asustada y avergonzada”, según consta en su testimonio adelantado. Lo acompañará con la declaración jurada de cuatro personas que aseguran que les contó los sucedido años antes de que el nombre del juez sonara para el Supremo. También ha superado un examen poligráfico. “No estoy aquí porque quiera estar. Estoy aterrorizada. Estoy aquí porque creo que es mi obligación cívica contarles lo que me pasó cuando Kavanaugh y yo estábamos en el instituto”, dirá este jueves. DEBORAH RAMÍREZ
Madre de dos hijos, casada, 53 años y residente en Colorado. Trabajó en una organización de ayuda a las víctimas de violencia doméstica. Conoció a Kavanaugh en Yale, donde estudió psicología y sociología. Sostiene que, durante una fiesta en los dormitorios del campus, mientras jugaban a un juego de beber, con los dos borrachos, Kavanaugh se bajó los pantalones y le puso el pene delante de la cara. JULIE SWETNICK
Tiene 55 años y trabaja como desarrolladora de webs en el área metropolitana de Washington. Dice que conoció a Kavanaugh y su amigo Mike Judge, el mismo que supuestamente estaba en la habitación cuando Ford sufrió el presunto intento de violación, en los años ochenta porque frecuentaban las mismas fiestas estudiantiles. “Fui testigo de cómo Mark Judge, Brett Kavanaugh y otros se esforzaban para emborrachar a las chicas para que más tarde, ya desorientadas, pudieran ser violadas por varios hombres que hacían cola en una habitación cercana”. Swetnick sostiene que ella misma fue violada “en presencia” de Kavanaugh y su amigo. Todo eso lo ha dicho en un documento con validez legal que la expondría al delito de perjurio si las alegaciones acaban siendo investigadas y se demuestran falsas. Su abogado es Michael Avenatti, el mismo que representa a Stormy Daniels, la actriz porno que ha puesto a Trump en apuros. ACUSACIÓN ANÓNIMA
En una carta enviada a un senador demócrata de Rhode Island, un hombre cuya identidad no se ha hecho pública, sostiene que una amiga suya fue agredida sexualmente por Kavanaugh y Judge en un barco atracado en el puerto de Newport. La carta dice que ambos estaban borrachos y que el incidente ocurrió en 1985. Al enterarse de lo sucedido, el remitente asegura que fue al puerto con un amigo y se enfrentaron físicamente a los supuestos agresores. SEGUNDA ACUSACIÓN ANÓNIMA
También ha llegado al Senado por carta, esta vez, dirigida a un senador republicano de Colorado. La mujer del remite escribe en nombre de su hija, quien habría visto en 1998 como Kavanaugh empujó contra la pared a una amiga suya con la que estaba saliendo “de forma muy agresiva y sexualmente explícita”. La escena sucedió supuestamente a la salida de un bar y el juez estaba borracho. “Su amiga, traumatizada, llamó ayer a mi hija preguntándose que hacer”, dice la carta refiriéndose al pasado 21 de septiembre. “Las dos decidieron permanecer anónimas”.