El Correo de Burgos

MIS FAVORITOS: RESTAURAURANE DON JAMÓN (PALENCIA)

Una mirada interior en 3D

Ensalada. Marina se dispone a disfrutar de su ensalada favorita, la de perdiz, acompañada por un vino blanco.-BRÁGIMO

Ensalada. Marina se dispone a disfrutar de su ensalada favorita, la de perdiz, acompañada por un vino blanco.-BRÁGIMO

Publicado por
ALMUDENA ÁLVAREZ
Burgos

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Nunca ha perdido el contacto con Palencia, a pesar de que lleva casi toda la vida fuera. Desde que se fue a estudiar Bellas Artes a Salamanca con tan solo 18 años, hasta hoy, cuando la profesión le ha trazado un camino a caballo entre Madrid y Pontevedra, siempre pasando por Palencia para ver a la familia.Muchas de esas visitas paran en el Don Jamón, en plena plaza Mayor de Palencia, donde aprovecha a ponerse al día con Carmina, su madre, y su hermano Néstor, delante de uno de sus platos favoritos, la ensalada de perdiz escabechada. Porque si por algo tiene debilidad Marina Núñez, gastronómicamente hablando, es por las ensaladas. Y en el Don Jamón, las hay para elegir, hasta con jamón claro, entre otras delicias que sirven Nuria y su hermana Gema en la barra, en la sala del restaurante o en la terraza.Precisamente delante de su plato preferido recuerda el gusto por la pintura desde muy pequeña, a pesar de ser la tercera de cuatro hermanos, todos de ciencias y con inclinaciones matemáticas. Y que siempre supo que no se iba a morir de hambre, porque los pinceles se le daban bastante bien, aunque a priori, era difícil saber si iba a «valer» para eso de ser artista. Porque reconoce que para triunfar en el mundo del arte tiene que haber mucho talento, pero también mucha suerte y dice que a ella, la suerte nunca le ha faltado.Porque empezó a trabajar en la Galería Buades y Mercedes Buades apostó por ella. Porque sus inicios, en los años 90, coincidieron con una época en la que las mujeres artistas empezaban a tener más visibilidad. Aunque aquello solo fuera «un espejismo», porque «30 años después los números siguen siendo los mismos» y aunque el 70% de los estudiantes de Bellas Artes son mujeres, solo el 30% se dedican profesionalmente al mundo del arte. Vamos que la figura del artista sigue siendo masculina por su «seguridad aplastante», cuando «el arte debería ser dubitativo como las mujeres», reflexiona.Pero volviendo a los factores que jugaron a su favor en su ‘suerte’ de artista, enumera alguno más, como que empezase pintando al óleo con un estilo «que se acogía bien en el mercado» y hasta podía ser transgresor y subversivo. O que optase por tratar temas de género e imágenes de la femineidad que luego han ido dando paso a esos ‘monstruos’ con los que huye de los cánones para pintar miedos, y a temas de ciencia ficción que encontraron el lenguaje perfecto en las técnicas digitales en 2D y 3D, tanto en infografías como en vídeo. Hoy se confiesa «fascinada» con el mundo de los efectos especiales y asegura que aunque al final «todo es pintura» ella sigue pintando menos y buscando más nuevas herramientas para hacer volar la imaginación. Siempre para hablar de seres diferentes «que existen al margen o en contra del canon», y de la subjetividad del ser humano que reflejan los ojos que han marcado toda su obra.Un mundo oscuro que nada tiene que ver con el carácter optimista y feliz de Marina Núñez, ni con la vida «estable» que «sostienen emocionalmente» amigos y familia, y unas aficiones poco costosas, que pasan por leer mucho y ver muchas series de televisión y muchas películas.Una vida sencilla para una de las artistas más relevantes del arte contemporáneo que, además, se confiesa «muy de Palencia». Y como tal, amante de la menestra palentina, que sirven en cualquier restaurante, y del lechazo «churro churro» como señala que dice su madre, pero guisado. Y del queso puro de oveja. Y de las banderillas de El Gabi, que le encantan «porque como las suyas no las hay en ninguna otra parte» y porque le encanta el sabor del escabeche y del vinagre.Entre sus favoritos están también La Taperia del 10, justo debajo de su casa, El Casero, El Miami y El Javi. Porque sobre todo le gusta «ir de vinos». Y siempre acompaña picoteos y comidas, –porque no cocina pero le encanta comer–, con un verdejo o un cigales. Menos cuando está en Galicia, donde tantos años como profesora en la facultad de Bellas Artes de Vigo, –ahí también la llevó su suerte y una beca de investigación–, le han aficionado al ribeiro.Es precisamente ese trabajo que le apasiona el que le permite «despreocuparse del mercado del arte y hacer lo que quiere con total libertad, sin la presión de pensar en lo que vende y en lo que no. Pero el caso es que lo suyo además vende, y hoy su obra figura en colecciones del Reina Sofía, el Artium de Vitoria, el Musac de León, el Patio Herreriano de Valladolid, la Fundación Botín, el Mac de La Coruña, el Cab de Burgos o la Corcoran Gallery of Art, Washington DC.Y aunque hayan pasado dos décadas desde que empezó y decenas de exposiciones individuales, –en el DA2 de Salamanca, el Instituto Cervantes en París, el Musac en León o la Sala Alcalá 31 en Madrid–, y colectivas, –en Buenos Aires, Venecia, Londres, Berlín o Nueva York–, asegura que la que más ilusión le ha hecho fue sin duda su exposición individual en el Espacio Uno del Reina Sofía, cuando solo tenía 30 años y «no había hecho más que empezar en el mundo del arte».Prepara una imagen para la fachada del Ivam de Valencia y acaba de exponer en La Madraza, en Granada, y en Valladolid, donde ha proyectado su obra en las paredes de las Cortes de Castilla y Leó. Una idea estupenda, esa de sacar el arte de los lugares del arte, asegura, para mirar y admirar desde otra dimensión.

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