El Correo de Burgos

Turismo monumental / castillos

Piedras que cuentan historias

Cerca de un centenar de antiguos castillos y fortalezas salpican las tierras burgalesas.
Vestigios medievales que hoy son recursos turísticos con los que atraer al visitante más curioso

El espléndido Torreón de Fernán González, en Covarrubias, es visitado por alrededor de 8.000 personas al año. Vuelve a aceptar visitantes desde marzo. / ECB

El espléndido Torreón de Fernán González, en Covarrubias, es visitado por alrededor de 8.000 personas al año. Vuelve a aceptar visitantes desde marzo. / ECB

Publicado por
DAVINIA ANDRÉS / BURGOS
Burgos

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El turismo monumental nunca pasa. Habrá modas como las vacaciones de aventura, las rutas enoturísticas o los recorridos gastronómicos. Pero un pueblo con un buen castillo o un torreón tiene un tesoro. Sus vecinos saben que esas viejas piedras acabarán por atraer a los viajeros para que paren y entonces venderles vino, unas morcillas o unas pastas. El castillo es fuente de riqueza como lo fue en el medievo y atrae a visitantes de todas partes, como hace siglos. Hoy, algunos son museos, otros salones de banquetes e, incluso, uno de ellos es un hotel de cinco estrellas, el  Landa, el más famoso de Burgos. 

Hubo un tiempo en el que toda familia con cierto poder y abolengo erigía torreones que servían de seña de identidad y de emblema para hacer saber al forastero quienes dirigían los destinos de las gentes de esas tierras. Un castillo que servía de salvaguarda para posibles ataques vecinos o un torreón desde el que vigilar que la voluntad del señor se llevara a cabo con orden y firmeza, además de mostrar, y dejar bien claro, quien se encontraba en lo alto de la pirámide social.

Esos vestigios de las costumbres feudales y de la arquitectura que las acompañaba han llegado hasta nuestros días con mayor o menor fortuna. Aunque en la gran mayoría de los casos es complicado imaginarse su esplendor en tiempos pasados, todavía hay algunos que se conservan para usos de lo más variopinto. Lo más importante es que su historia continúa con un nuevo capítulo para sus sillares.

Si hay una zona en la provincia de Burgos donde los torreones, las casas blasonadas y los castillos son una característica recurrente del paisaje, es en Las Merindades. A los más conocidos y visitados como son los castillos de Frías o de Medina de Pomar, se unen otras muchas edificaciones similares destinadas a la salvaguarda de esos territorios y que han sido además, vigías de excepción del pasar de los siglos.

Espinosa de los Monteros es un buen ejemplo de cómo esas edificaciones singulares plagadas de historia y de apellidos en sus escudos de armas han sido los espectadores de gestas en batallas y muestra del desarrollo económico y social que tuvieron durante siglos los pueblos norteños de la provincia de Burgos. Precisamente para poner en valor la importancia histórica de esta villa, el visitante puede seguir la Ruta Heráldica que recorre 24 hitos entre los que se encuentran casas señoriales, torreones y palacios, además de otros buenos ejemplos de la arquitectura montañesa tan presente en la villa espinosiega. Entre los imprescindibles están la Torre de los Azulejos, la de los Monteros o la de las Herradoras, entre otras.

El torreón del hotel Landa, un cinco estrellas con sabor medieval y un clásico entre los visitantes de Burgos. / SANTI OTERO

El torreón del hotel Landa, un cinco estrellas con sabor medieval y un clásico entre los visitantes de Burgos. / SANTI OTERO

Tal vez la construcción defensiva más emblemática de Espinosa de los Monteros es la Torre de los Velasco, una imponente estructura medieval que es Bien de Interés Cultural y que servía de vigía en la entrada de la ciudad con el cauce del río Trueba a sus pies. Aunque ya muy deteriorada por décadas de abandono, todavía conserva sus almenas bien marcadas y ese aire caballeresco que traslada al visitante al siglo XV cuando el primer conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco, mandó su construcción.

Suerte bien distinta ha corrido otro de los torreones que se conservan en esta villa burgalesa y que ahora se ha convertido en una estupenda opción de parada y fonda. Es el caso de la Torre de Berrueza, hoy transformada en Hotel-Posada. Según la tradición, esta construcción del siglo XII vio nacer a un ilustre espinosiego, don Juan de Salazar y Espinosa, fundador de la ciudad de Asunción, la actual capital de Paraguay. 

Con una de las mejores ofertas gastronómicas de las Merindades ofrecida por el cocinero vasco Juan Miguel Ozalla, Torre Berrueza es uno de los 250 restaurantes españoles incluidos en la categoría Bib Gourmand de Guía Michelín, algo que pone a Espinosa de los Monteros, una localidad de menos de 2.000 habitantes, al mismo nivel gastronómico que grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao.

Si el viajero continúa ruta por Las Merindades en busca de torreones señoriales y castillos, es bueno que sepa que se debe tomar tiempo para llevar a cabo su tarea porque ésta es una de las regiones con más densidad de este tipo de edificaciones de Europa, lo que demuestra su pasado de guerreros, caballeros e hidalgos.

De camino a la capital burgalesa y ya casi en el límite con el Valle de Sedano, nos encontramos con la localidad de Valdenoceda, en el Valle de Valdivielso, punto de partida de la ruta del desfiladero de los Hocinos por donde el río Ebro discurre con paso lento y armonioso. Allí, a los pies del puerto de la Mazorra el visitante se encuentra con la Torre de los Salinas que fue reconstruida por los Velasco y que en la actualidad ha vuelto a los descendientes de aquellos que la erigieron en el siglo XII. A finales de los años 60 del pasado siglo Enrique de Villamor, duque de Salinas de Rosío, acometió una remodelación integral de la edificación después de que la adquiriera en 1962. Para ello se reutilizaron diferentes elementos de las ruinas del convento de San Francisco de Medina de Pomar para no romper con la estética medieval de la construcción.

En contraste con esta construcción medieval, a pocos metros, se encuentra un edificio moderno que algunos lo describen como el ‘Guggemheim de las Merindades’ y que alberga la quesería El Carluque, parada obligatoria para aquellos amantes del buen queso y del yogur artesano.

La ruta continúa hacia la capital de la provincia donde otra construcción singular da la bienvenida al visitante. En el margen derecho de la A-I, dirección Madrid, se encuentra la Torre de Albillos, una construcción medieval que hasta los años 60 se encontraba en la localidad que le da nombre. Ahora, en su ubicación actual es el emblema del hotel Landa. Si bien es cierto que en su traslado se cambiaron diferentes elementos de su aspecto primigenio para que fuese más acorde con su uso actual, conserva todavía rasgos del siglo XIV como son su planta cuadrada y el remate en almenas, algo que le da al entorno un aspecto de sofisticada decadencia.

Siguiendo hacia el sur, en plena comarca del Arlanza llegamos a uno de los pueblos medievales más bellos de la provincia de Burgos, Covarrubias. Con sus casas entramadas, sus callejuelas empedradas y los vestigios de sus murallas, esta es una de las paradas imprescindibles para aquel que quiera adentrarse en la historia de Castilla. A esta villa, declarada Bien de Interés Cultural, se puede acceder por lo que fue a partir del siglo XVI el edificio del Adelantamiento de Castilla que servía de puerta de entrada al núcleo urbano, así como de archivo general del reino. 

En el punto opuesto de la localidad, llegando ya al río Arlanza, encontramos dos edificaciones que el visitante no se puede perder. La primera de ellas es la ex Colegiata de San Cosme y San Damián que hace hoy las funciones de iglesia parroquial y que alberga algunas curiosidades dignas de descubrir como los sepulcros de la reina Urraca Fernández o el de la infanta Sancha Raimúndez. Pero tal vez la más célebre de las damas que allí reposan para la eternidad es la princesa Kristina de Noruega, primera esposa del infante Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X el Sabio. Esta infanta de Castilla sirve de conexión y hermanamiento entre la villa burgalesa y Noruega, tanto es así que hace una década se inauguró la Capilla de San Olav a tan solo dos kilómetros de Covarrubias, un moderno edificio que sirve como punto de encuentro entre las dos culturas.

Volviendo al núcleo urbano, y tan sólo unos pasos de la antigua colegiata, encontramos el Torreón de Fernán González o también llamado de Doña Urraca. Una fortificación que algunos califican como la primera estructura defensiva castellana, ya que sus orígenes datan del siglo X. Alrededor de la edificación principal se levantan altos muros que encierran tanto la entrada al torreón, como a un patio que en la actualidad alberga una exposición con réplicas de armas de asedio medievales de gran tamaño.

Los más de 1.000 años que han visto sus piedras dan para muchas historias y leyendas. Tal vez la más extendida es aquella que cuenta que una joven llamada Urraca, perteneciente al linaje del primer conde de Castilla, se enamoró de un pastor de Covarrubias. Al negarse ella a desposarse con un príncipe del reino de León, se destapó el amorío y el padre de Urraca, llevado por la ira, la encerró en la torre y mandó emparedarla hasta su muerte. Como toda buena leyenda todo tiene su parte de cuento y su parte de verdad, aunque lo que sí es totalmente cierto es que este baluarte fue el primer emblema de lo que luego sería el reino de Castilla, ya que Fernán González, primer conde castellano, lo usaba como símbolo distintivo en sus batallas. De hecho, junto al vecino monasterio de San Pedro de Arlanza y las cercanas Tierras de Lara, se considera uno de los hitos más importantes de la cuna de Castilla. 

Hoy este torreón está en manos privadas y es visitado por alrededor de 8.000 personas al año. Todo aquel que quiera visitar esta joya del patrimonio burgalés puede hacerlo a partir de marzo, cuando abre sus puertas en fines de semana y festivos para luego, en los meses de verano (julio, agosto y parte de septiembre), hacerlo de miércoles a domingo. Es muy recomendable reservar la visita, más teniendo en cuenta las limitaciones de aforo impuestas por la pandemia. Precisamente para facilitar el recorrido dentro del recinto y evitar aglomeraciones, se ha puesto a disposición de los visitantes códigos QR que explican las diferentes estancias de la torre, así como las piezas de la exposición de armas medievales. Además, se organizan eventos como ciclos de conferencias sobre la historia de Castilla o presentaciones de libros que completan la oferta cultural de la villa rachela.

Una última parada en la ruta por los torreones singulares de la provincia de Burgos lleva al visitante a la vecina comarca de La Ribera donde se encuentra la pequeña localidad de Haza que se erige entre los ríos Riaza y Duero. En tiempos de la Reconquista este fue un punto estratégico del avance cristiano y para asegurar el enclave se construyó una ciudadela amurallada donde destacaba su castillo de estilo románico. 

A lo largo de los años se han ido acometiendo diversos trabajos de consolidación de los restos que todavía quedan de esa fortaleza como parte de la muralla y del patio de armas. La más reciente ha sido el acondicionamiento de la torre del homenaje, el elemento mejor conservado de la antigua estructura medieval, para albergar allí un museo en el que se hace un repaso por la historia de la villa a través de los tres niveles de la propia torre. En el primero de ellos se muestra al visitante los orígenes de Haza en el siglo X; en la siguiente planta se hace un pequeño análisis de la fortaleza y de los episodios históricos de más relevancia para la villa; y, por último, en la parte superior de la torre, se pueden admirar las vistas y el paisaje que rodea al núcleo urbano y al antiguo castillo a través de diferentes señales a modo de explicación. De hecho, este museo es el más visitado de la red de Museos Vivos en la provincia de Burgos, con más de 800 visitas tras la crisis sanitaria. Descubrir todas las edificaciones defensivas medievales de la provincia burgalesa puede ser una tarea ardua y complicada. Pero es, sin duda, un buen punto de partida para conocer de primera mano los orígenes de esas, en muchos casos pequeñas, localidades que salpican el paisaje rural de Burgos.

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