OBRADORES
La dulce tentación de El Cid. Postres, bombones y helados artesanales a un minuto de la Catedral de Burgos
Félix Ángel Dieste, tercera generación de pasteleros, ofrece una amplia variedad de productos caseros y de proximidad, las famosas trufas de su padre... y la emblemática Tarta Tizona
Huele que alimenta, las cosas como son. Bendito aroma el que desprende el obrador, quizá no tanto para quien no quiere saltarse la dieta. Entrar en la Heladería Bombonería El Cid entraña sus riesgos. La amplia selección de dulces artesanales y productos de proximidad tras el mostrador invita a dejarse llevar. Difícil elegir entre tanta variedad, sobre todo si hablamos de helados. Más de 40 sabores y la posibilidad de combinarlos con gofres, tartas de queso... Cuenta Félix Ángel Dieste, gerente de esta tienda y también cafetería, que en Semana Santa las torrijas se vendían como churros. En muchos casos, con una capa de yogur y chocolate blanco fundido junto a una gélida bola que sabe a gloria.
La historia de El Cid viene de lejos aunque este coqueto establecimiento ubicado en el número 27 de la plaza Vega de Burgos abriese sus puertas en 2021. Tenemos que remontarnos al año 61, cuando Félix Dieste (abuelo) imprime su sello personal bajo la figura de don Rodrigo Díaz de Vivar con una confitería que destaca por su identidad propia. Empezó con una cafetería, pero acertó de lleno centrándose en su talento pastelero. Siguiendo su estela, Félix Dieste (padre) abría a principios de la década de los 90 otro local en el 6 de la calle de La Paloma. Gracias a las trufas, El Cid se consagraba en la ciudad y mantiene su vitola intacta. Las reseñas de Google, todas de 5 estrellas, hablan por sí solas.
Tres generaciones, tres Félix endulzando paladares desde hace más de 60 años al que se suma Luis Vicente Dieste, también involucrado con el negocio familiar. La última incursión, toda una «locura» en época de covid, surgió con la firme intención de «volver al origen». Por un lado, recuperando la cafetería. Por otro, ofreciendo productos marca de la casa como la Tarta Tizona (dos capas de bizcocho con nata entre medias y yema tostada como colofón), los famosos cocos que «ya salían en la revista La Codorniz», las míticas rosquillas de Medina o los imprescindibles bombones. Y las trufas, claro. Sin trufas, El Cid no sería lo mismo.
«La ventaja de manejar pastelería y heladería es que me da pie a jugar con sabores y texturas», confiesa este joven emprendedor que no dudó en lanzarse a la piscina junto a su mujer Begoña con el objetivo de reivindicar y expandir la herencia familiar. Como si de un laboratorio se tratase, dedica gran parte de sus esfuerzos en la búsqueda de variedades para el más frío de los postres. Ni siquiera en invierno, en Burgos (¡ojo!), deja a un lado esta parte del negocio. De hecho, es el único establecimiento de la ciudad que oferta helados durante todo el año. En Navidad, por ejemplo, la demanda se dispara de cara a los postres. En verano, obviamente, la terraza es la mejor opción para deleitarse entre lametones.
Aparte de las creaciones propias, El Cid también cuenta con una exquisita selección de dulces tentaciones ajenas. «Intento que hasta la leche que uso para el café sea de proximidad. Hay que potenciar el producto de Castilla y León», asegura Félix Ángel, casualmente, a poco más de un palmo de varias tabletas de chocolate con torreznos de Soria, los bien denominados Chocorreznos. Sea como fuere, lo que se busca es mantener intacta del abuelo Félix apostando por delicias artesanas que nacen de una pasión compartida.
Hablando de pasiones, la del tercer Dieste con las manos en el obrador proviene de la infancia. «Mi familia siempre me decía que tenía mucha mano para los pasteles», recuerda retrotrayéndose a aquellos veranos en los que «jugaba» con los postres sin saber que se dedicaría a ello de manera profesional. Que conste, eso sí, que la vocación no fue lo que se dice temprana. Trabajó durante años como electricista, llegó la crisis y se recicló formándose en diferentes áreas. Finalmente, dio un paso en firme dejando atrás el vértigo que siempre genera abrir un negocio.
A un minuto de la Catedral y con una clientela fija que poco a poco «va creciendo», Félix Ángel y Begoña ven cómo el nombre de El Cid gana cada vez más notoriedad entre los turistas, tanto nacionales como extranjeros. Un factor clave, que muchos internautas comentan en las redes, es la información detallada sobre alérgenos y la amplia oferta de productos para celiacos. Entre ellos las trufas, sí, que más de uno ya se lo estará preguntando.