AGRICULTURA Y GANADERÍA
Jóvenes comprometidos con el campo
Retos Rosa Navarro, Jesús García y Jorge Tobar son tres jóvenes incorporados recientemente a un sector con un futuro «incierto» si no hay rentabilidad / No pierden la «ilusión», a pesar de las dificultades , piden «agilidad» en las ayudas y apoyo a los que viven en los pueblos
Son conscientes de que «con mucho esfuerzo se puede salir adelante», aunque lamentan que «no se lo pongan nada fácil». Así lo creen Jesús García, Rosa Navarro y Jorge Tobar, tres jóvenes burgaleses incorporados recientementes al sector agrario, al que están vinculados, en dos de los casos, desde niños. Jesús y Jorge acaban de finalizar el curso de incorporación a la empresa agraria impartido por la UCCL. Un trámite obligado para acceder a las ayudas que Rosa formalizó ya el año pasado. Los tres miran al futuro con «ilusión», aunque, de forma responsable, comparten también el «temor» por un futuro incierto ante los bajos precios agrarios, el coste de las tierras, los problemas con la fauna salvaje o el «retraso» en las ayudas para la incorporación. «Hace falta menos burocracia y celeridad en los pagos», aseguran estos emprendedores de un medio rural en riesgo de abandono.Jesús García es un joven ganadero de Barbadillo de Herreros (Burgos), localidad situada en el corazón de la Sierra de la Demanda, e incorporado al sector hace dos años. Tiene 32 años e insiste en que las alternativas que ofrece el medio rural en este momento son «escasas». Barbadillo es un pueblo «sin niños», que apenas llega a los cincuenta habitantes. A pesar de ello, este joven, hijo de ganadero, ha apostado por quedarse en el medio rural y gestionar una explotación de vacuno de carne en extensivo con 150 animales. Un empeño en el que le acompaña su hermano, con el que comparte desvelos y turnos de trabajo.Aunque su padre cuenta con una explotación de ovino y se jubilará en un año, él siempre ha tenido claro que no se quedarían con las ovejas, y alude directamente al lobo como uno de los principales problemas del sector, junto a los que ocasiona la fauna salvaje. El lobo siempre ha estado en la Sierra de la Demanda, aunque mantiene que los ataques han ido «a más». En relación a la tuberculosis, asegura que no están en contra de los saneamientos ganaderos, aunque piden «soluciones» para atajar estos contratiempos. Los vaciados continúan y muchos ganadero se plantean abandonar. Algo que no le sorprende.En menos de quince días su ganado pasará un nuevo saneamiento, una circunstancia que Jesús relata con «temor». Los profesionales se refieren en este caso a los «falsos positivos» que se repiten con demasiada asiduidad. Este burgalés asegura que si le hubieran inmovilizado la explotación hace un año, «el banco habría venido directamente a por las vacas a su casa». Y es que tiene claro que lejos de vivir de sus animales, en este momento, ellos»viven de él». De hecho, reconoce que ha tenido que anticipar la venta de algunos terneros para pagar las letras.Y es que los jóvenes que se incorporan al sector realizan grandes inversiones. Dinero que adelantan vía préstamos y que les llega en forma de ayudas por parte de la administración varios años después de incorporarse. «Muy tarde» en la mayor parte de los caso, y «solo en un porcentaje». Aseguran que el 80% de los jóvenes reciben entre 30.000 y 40.000 euros de la Junta, «muy lejos de los hasta 70.000 euros anunciados por la administración», y cuyos requisitos son «bastante difícil» de cumplir, en palabras de Asun Mediavilla, técnico de la UCCL. Por otra parte, desde esta organización agraria apuestan por «simplificar la preinscripción» a la hora de pedir las ayudas. Y es que afirman que los jóvenes deben presentar un «complejo» plan económico, antes de saber si el proyecto es viable o no. Un trámite que abogan por facilitar.Y eso, cuando las ayudas llegan, porque algunos jóvenes como Rosa Navarro se encuentran con la «sorpresa» de que, tras realizar todos los trámites, la administración se las ha denegado, al incumplir un precepto que, asegura, «no venía en la convocatoria». Esta joven de 40 años, incorporada hace un año bajo la fórmula de ‘titularidad compartida’, gestiona una explotación junto a su marido en Cilleruelo de Abajo. Le gusta vivir en el pueblo, a donde se trasladó desde la capital de España después de casarse. Allí reside ahora con sus tres hijos, de entre 11 y 15 años de edad.Rosa reivindica la vida en el medio rural y, por eso, denuncia la falta de servicios y la ausencia de alternativas. En este momento su única salida es la agricultura, y a ella se dedica desde hace un año. Reparte las tareas con su pareja, gestiona todo el papeleo y la burocracia, «una labor fundamental a la hora de llevar la explotación», y ayuda en el campo en «momentos puntuales». Rosa cuestiona el vacío legal que existe a nivel fiscal en relación a la titularidad compartida, un sistema que sigue sin convencerla. Ahora está pendiente del Plan de mejora, lo que obliga a la familia a «ajustar» las cuentas.Para esta emprendedora del medio rural «no todos son iguales». Y lo dice en relación a dónde viven. Y es que, en su opinión, no puede ser igual aquel que cobra la PAC y vive en la gran ciudad, que el que «se incorpora al sector, vive de él, y además reside en los pueblos», fijando población, como es el caso de su familia. Rosa lamenta que «el 90% de las mujeres que cobran la PAC vivan en Burgos». Estos jóvenes creen, en este caso, que muchas incorporaciones son «ficticias».
La realidad es que el número de cursos e incorporaciones se ha incrementado en los últimos años, según los datos de la Junta, coincidiendo con la crisis. La media de los años 2014 y 2015 supera los mil jóvenes, y la administración mantiene su intención de incorporar 5.000 jóvenes hasta 2020.El reto está, según este colectivo, en que esa incorporación «sea real, fije población, y venga acompañado también de la máxima rentabilidad». Una estrategia que pasa, sin duda, por optimizar los recursos y reducir los costes.Estos jóvenes son conscientes de la volatilidad del sector, especialmente en un momento de ajustes. Un ajuste continuo, como reconoce Jorge Tobar, agricultor de Celada del Camino. Este ha sido un año de buenas cosechas, pero también de bajos precios. Este joven se quedó con la explotación de su padre tras jubilarse. En cierta manera, es un «privilegiado». Y lo es, porque se ha encontrado con una explotación «montada» y con la maquinaria adecuada para gestionar sus 90 hectáreas. Jorge recuerda que es el último joven incorporado al sector en su pueblo en los últimos cuarenta años. Previamente, trabajó en una fábrica, en un proyecto que «fracaso», y ahora apuesta por un sector en el que las cosas «no son fáciles». Jorge denuncia una «búrbuja» similar a la de la construcción, pero en relación a las tierras y, concretamente, a las rentas que hay en la actualidad.En este sentido, advierte que si en los próximos años bajan los rendimientos y se mantienen los precios, habrá agricultores que lo pasarán mal para pagar los valores del mercado actual y que califica como una «barbaridad». Una opinión que comparte Rosa, que explica la «dificultad» de encontrar tierras para cumplir con las demandas de la Junta explícitas en los planes de mejora e incorporación. En este sentido, creen que precisamente los requisitos de la administración están contribuyendo a que los precios de la tierra se incrementen, ya que los rentistas saben de la necesidad de los agricultores que quieran incorporarse.Estos tres jóvenes comparten ilusión por su trabajo y por el medio que les da de comer. Y de esta forma, como apunta Rosa, apuestan por trasladar ese amor al campo a futuras generaciones. Saben que ante las dificultades, a veces es mejor «guardar y esperar».