Ganadería / Sector porcino
«Viñedo, cereal, cerdos… Todos tenemos cabida en Castilla y León»
El responsable de la granja de cerdos de Haza, en Burgos, defiende un sector porcino de calidad y de futuro, compatible con otras activiades
Pese a las críticas del Consejo Regulador Ribera y las reticencias de algunos ayuntamientos, Bernardino González defiende un sector porcino, de calidad y con futuro. «En extensión, Castilla y León es muy grande. Viñedo, cereal, cerdos… todos tenemos cabida, como hemos hecho siempre», reivindica el ganadero, convencido de que las granjas de cerdos no causan perjuicios sino beneficios en forma de trabajo y economía circular que asienta población en el medio rural.
Bernardino González heredó con su hermano el negocio de su padre y hoy trabajan codo con codo con la tercera generación, sus hijos y su sobrino. Es la Sociedad Agraria Explotación Porcina González, una empresa familiar con sede en Aranda de Duero y con núcleos ganaderos en Vadocondes (900 plazas) y Fuentecésped (1.500), donde nacen los lechones, y en Fresnillo de las Dueñas, donde se hace la selección genética con 200 plazas. Además tiene 22.000 plazas de cebo en sistema de alquiler o integración, repartidas entre Aranda, Lerma y Burgo de Osma.
Ahora ha puesto en marcha tres proyectos, uno en Haza, que está funcionando con 1.999 animales y que pretende ampliar hasta los 6.000; otro que se activará la semana que viene en San Juan del Monte (con 1.999 cerdos) y otro que va un poco más lento, en su pueblo, Bocigas de Perales (Soria), con 1.999 plazas.
El 25% de lechones van a la venta porque no tengo capacidad
La empresa familiar realiza todo el proceso, desde el nacimiento del lechón, hasta la recría (de 6 a 20 kilos) y luego el engorde hasta el matadero, cuando el animal alcanza los 115 kilos. Al no tener suficientes plazas de engorde, recurren a cebaderos de Aranda, Lerma y alguno de la provincia de Soria y luego venden a Aragón y Cataluña, donde están los mataderos. «El 25% de lechones van a la venta porque no tengo capacidad».
A sabiendas de que los ayuntamientos de Haza y de Castrillo planean presentar alegaciones, el ganadero recuerda que no depende de los ayuntamientos sino de la Junta de Castilla y León, que a su vez se guía por la normativa estatal y europea. «Es todo perfectamente legal, cumplimos todos los requisitos que marca la normativa. Los ayuntamientos tienen que tener claro que está todo súper controlado para que no haya filtraciones ni se contaminen acuíferos, como dicen».
En cuanto a los malos olores, Bernardino asegura que son «tres o cuatro días al año». «Sin embargo, generamos puestos de trabajo y es un valor añadido para ciertos cultivos al ser abonos biodegradables y orgánicos y no tener nada de químico».
En la granja, el momento más delicado en el cuidado del cerdo es el nacimiento. «Por suerte, gracias a la experiencia y la tecnología, la mortalidad se ha reducido mucho. En nuestro caso, en partos no superamos el 5% y lo mismo en destete y cebo». Aunque las vacunas previenen a los animales de muchas enfermedades como gripes o el circuvirus porcino (causante principal del síndrome de desmedro, en el cual los lechones tienen una deteriorada condición corporal y las costillas y vértebras son visibles), lo peor que puede pasar es que entre la peste porcina africana, una enfermedad mortal, sin cura ni vacuna. «Yo que ya tengo una edad lo vi hace muchos años y la tenemos pánico».
Los ayuntamientos tienen que tener claro que está todo súper controlado para que no haya filtraciones ni se contaminen acuíferos
Hablemos de rentabilidad. «Aunque el precio del cerdo siempre está en la cuerda floja y es muy volátil (se marca en la lonja Mercolérida cada semana), ahora tenemos un problema serio con el coste de las materias primas, que se han disparado duplicando los precios», lamenta. En su opinión, más que la guerra de Ucrania (por la dependencia del cereal), todo se debe a la especulación de los almacenistas. «Entiendo que será algo coyuntural pero es un gran problema», advierte sin olvidar otras inversiones que antes no se hacían y que ahora son obligadas.
En porcentaje, el 75% del coste de un cerdo se lo lleva el pienso, el 12% la mano de obra y otro 12% entre una energía que no para de subir y otros gastos como el seguro, los vehículos o el mantenimiento. «En las tres instalaciones de Vadocondes, Fuentelcésped y Castrillo de la Vega vamos a poner placas solares con las que calculamos una rebaja en la factura de un 30%».
Inmerso en un proyecto de ampliación, Bernardino no esconde su hartazgo ante las reticencias de los ayuntamientos. «Me está costando sudor y lágrimas pero solo en los pueblos donde no hay cerdos. Donde hay cultura porcina no hay problemas porque saben que no somos centrales nucleares y que no hacemos daños a nadie. Solo trabajamos cada día para ganarnos la vida y para dar un servicio a la sociedad», insiste a sabiendas de que por todas estas trabas, muchos dejan de apostar por este tipo de proyectos.
En las tres instalaciones de Vadocondes, Fuentelcésped y Castrillo de la Vega vamos a poner placas solares con las que calculamos una rebaja en la factura de un 30%
A la hora de buscar localización, explica, tuvo en cuenta la cercanía de los pueblos y el aire, para evitar las molestias al máximo. «He estado dos años buscando fincas para molestar lo mínimo posible».
Bernardino niega la proliferación de granjas. «Hacemos instalaciones de granjas porque se necesita; hay una demanda que tenemos que surtir», insiste mientras recuerda que en la comarca de la Ribera del Duero, el censo de porcino no pasa del 5%. «De todos los pueblos que componen la Ribera no habrá un 10% de pueblos con ganadería de porcino», señala mientras pone como ejemplo el tramo desde Aranda de Duero hasta Peñafiel. «Hay cuatro».
Más argumentos
Según explica, la única forma de mantener la actividad y que no ocurra como otros sectores esclavos como la cría de lechazo, que «cada vez va más a menos», es el tamaño de las instalaciones. «La granja tiene que tener un cierto volumen porque si es pequeña obliga al ganadero a estar los 365 días del año. No hay vida». En su caso, los 18 empleados trabajan 40 horas semanales. La jornada empieza pronto, a las 7.00 u 8.00 horas y termina a las 15.00 horas. «La diferencia es clara», zanja.
El gerente defiende la viabilidad y la sostenibilidad de un sector que a base de calidad se ha consolidado como pionero en Europa y como tercero del mundo, solo por detrás de China y Estados Unidos. «Está claro que si hemos llegado tan alto es porque hacemos las cosas bien», concluye.