«Somos lo que comemos y estamos de insecticidas hasta arriba»
Dos meses de sequía merman la producción de Patata Ecológica de Burgos, que pronto cesará su actividad tras más de una década trabajando en secano a los pies de la Peña Ulaña
La última campaña ha sido «mala», por no decir desastrosa. «Ni una sola gota de agua» en julio y agosto, de ahí que la merma respecto a campañas anteriores se aproxime a los 7.000 kilos. Dos meses de sequía resultan letales para los cultivos de secano y Patata Ecológica de Burgos ha obtenido este año un rendimiento de 3.000 kilos por hectárea. De la única hectárea que se mantiene a día de hoy porque el proyecto, en pie desde hace una década, tiene fecha de caducidad. En cuanto Ignacio Porras se jubile, adiós muy buenas. No obstante, tanto él como su compañera Yolanda seguirán sembrando y recolectando, aunque sea para consumo propio, por una cuestión de salud y principios medioambientales.
A estas alturas de la película, después de más de media vida dedicado a la agricultura y con amplia experiencia en el sector de la patata, Porras cree que «no merece la pena» seguir porque «la Administración no te lo pone fácil». Demasiadas trabas burocráticas para el pequeño productor que prescinde de químicos, que trabaja la tierra con mimo y que se afana en ofrecer alimentos saludables a los consumidores.
«Somos lo que comemos y estamos hasta arriba de insecticidas», señala el copropietario de esta explotación ecológica de San Martín de Humada, situada a los pies de la espectacular Peña Ulaña cuyas piedras calizas aún conviven con esas patatas que «no tienen nada que ver con las de regadío».
Si de algo está seguro Porras tras años de comercialización en la capital y otros puntos de la provincia es de que el cliente sabe valorar el producto. Todo el mundo mira el precio, más aún en los tiempos que corren, pero quien prueba la Patata Ecológica de Burgos tarda poco en apreciar la diferencia. Desde hace años, trabaja únicamente con la variedad Baraka porque resiste mejor las enfermedades. Además, el hecho de prescindir de fitosanitarios no sólo beneficia en lo que respecta al «sabor», sino también a la hora de cocinar. Se nota, sobre todo, porque «se cuece mejor». Y también «nada más echarla a la sartén».
No cabe duda de que producir en ecológico, con todas las de la ley, conlleva un esfuerzo extra que casi nunca se ve recompensado. Aquí las patatas se recogen a mano, como toda la vida, y se emplea la maquinaria justa y necesaria. De sulfatadoras ni hablamos, por supuesto. Si algo tienen claro los promotores de Patata Ecológica de Burgos es de que «la gente tiene que concienciarse». A nivel alimentario, obviamente, pero también en clave de sostenibilidad medioambiental.
Aunque este proyecto tenga a priori los días contados, Porras no pierde la esperanza. Percibe, tanto en Burgos como en otros territorios, que «cada vez hay más productores ecológicos». Y no solo eso, sino que se van tendiendo puentes en lugar de competir. A fin de cuentas, el cambio climático nos afecta a todos por igual y no queda más remedio que remar en la misma dirección. Visto lo visto, está convencido de que la conciencia ecológica en la agricultura se tendrá que «imponer» porque de lo contrario «vamos por mal camino».
Cuando se retiren, Ignacio y Yolanda seguirán a pie de campo. Al menos con su invernadero a pleno rendimiento para autoabastecerse de productos libres de químicos. A modo de conclusión, este veterano agricultor reconoce sentirse «orgulloso» de lo que lleva haciendo tantos años. Y lo más importante, qué duda cabe, es que siempre duerme «con la conciencia tranquila».