El Correo de Burgos

Agricultura

«La viticultura tradicional es el pasado, pero también el futuro de la Ribera»

Daniel Maestre tiene desde viñas pre-filoxéricas a viñedos de reciente plantación

Daniel Maestre, junto a uno de sus viñedos.

Daniel Maestre, junto a uno de sus viñedos.ECB

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Aranda

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Daniel Maestre es un apasionado de la viticultura tradicional y de las viñas en vaso. Cuenta con 40 hectáreas de viñedo, repartidas entre Quintana del Pidio, Gumiel de Izán y La Aguilera, y entre sus viñedos hay desde plantas pre-filoxéricas a viñas de reciente plantación. «La viticultura tradicional es el pasado, pero también el futuro de la Ribera», defiende convencido de que «más que la moda de los viñedos en altura, lo que marca un buen viñedo es la situación y los suelos».

A la hora de plantar, este agricultor de 39 años lo tiene claro: hay que escuchar la tierra y tener en cuenta lo que históricamente ha funcionado en la zona, aunque las tendencias, incluso Europa, digan lo contrario o vayan por otros derroteros. «Aquí los porta-injertos que funcionan son los tradicionales, pero la mayoría de los viveros ahora no los usan y para mí los que ofrecen no van bien para la sequía que hay. Yo trabajo con Vitis Navarra que también lucha por esto», explica.

En su caso opta por clones poco productivos por lo que las viñas tardan más en producir, pero fortalecen mejor el sistema radicular «y en teoría dan mejor calidad». «Yo más que cuidar la uva, cuido por encima de todo la viña».

Y aunque la sequía es una amenaza real, en su zona lo que más temen son las heladas, frecuentes e intensas. «El año pasado tuve parcelas con el 100% de daños», subraya.

Así, aunque en líneas generales la viña dio en 2023 mejores resultados que otros cultivos, en su caso, el hielo no dio tregua. «Bastantes brazos se murieron y la viña hizo el esfuerzo extra de volver a brotar y eso tiene mucho consumo», explica con la mirada puesta en el abono que le acaba de llegar. «A ver si con esto recupera», confía.

Daniel compagina nuevas plantaciones con viejas vides en las que se incluyen las variedades mayoritarias como Tempranillo, Garnacha y, la blanca, Albillo Mayor, con otras minoritarias pero también autóctonas como Bobal, Monastrell o Malvasía. «Cada variedad requiere unos cuidados distintos, por eso cuando tienes parcelas con variedades diferentes hay que tener un cuidado extra», aconseja.

Daniel heredó la pasión por el campo de sus abuelos y de sus padres, y aunque trabajó como electromecánico durante 13 años, siempre tuvo claro que su vida estaba entre viñas. «Cuando tenía un rato libre acaba en las viñas, así que un día me replanteé la vida y decidí ahorrar y montarme mi explotación por mi cuenta y aquí llevo 8 años, feliz».

Hoy vende la uva a bodegas de la zona como Patricia Benítez, Viña Mayor, Emilio Moro o Bodegas Imperiales y también trabaja con el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL).

No duda: «más allá de lo que dicten las normas y recomendaciones lo que no falla es lo que siempre ha funcionado». «Lo mejor para cuidar la viña es estar aquí los 365 días».

Tractorada

Daniel fue uno de los promotores de la tractorada con la que el campo de Aranda y la Ribera del Duero se ha unido a las protestas del sector agrario, que se están llevando a cabo estos días a nivel nacional.

A diferencia de otras movilizaciones que se gestaron vía WhatsApp, en Burgos se hizo bajo el amparo de UCCL-Burgos (Unión de Campesinos de Castilla y León). En Ribera del Duero, Daniel trabajó codo con codo junto a su compañero, Eduardo Izquierdo. «No teníamos muy claro si iba a funcionar aquí, porque a diferencia de otras zonas vinícolas, Ribera del Duero, por precio, podría prescindir de la PAC, pero también es verdad que tiene problemas que son comunes a viticultores de otras zonas y a agricultores e incluso ganaderos, como una burocracia que sigue empeorando cada día», sostiene.

El sector respondió y junto a él desfilaron cerca de 600 tractores. «Sobran los motivos», urge convencido de que esta protesta era necesaria para que la sociedad «se entere de lo que está pasando» con unos precios que se multiplican desde que salen del campo hasta que llegan a la mesa. «Eso por no hablar de los costes de producción que desde el Covid y luego con la guerra de Ucrania se han disparado».

En su opinión, la única forma de que el campo subsista es que todos los eslabones de la cadena ganen. «La balanza está demasiado desequilibrada», lamenta sin olvidar otras cuestiones que les afectan como la retirada de la subvención de los combustibles fósiles, «vital para los tractores», o el cuaderno de explotación, «que en Europa se limita a una recomendación, pero que España quiere imponer como obligatorio». «¿Cómo se va a digitalizar si muchos agricultores no tienen ordenador y en muchas zonas no hay siquiera Internet?», cuestiona preocupado porque mientras unos «dictan órdenes y legislan desde el sillón de un despacho», en el campo todo tiene fecha de caducidad. «Solo hay que recorrer varios pueblos para ver que ya no queda un rebaño de ovejas. Hay que reaccionar ya».

Con este objetivo, advierte, seguirán con las manifestaciones, el día 13 de febrero en el puerto de Santander y el 21 en Madrid, ante el Ministerio.

Su preocupación se extiende del mismo modo a la Denominación de Origen Ribera del Duero. «Si no queremos que pase como en La Rioja, hay que controlar el crecimiento y los derechos de plantación», defiende sin olvidar el reparto, a su parecer «injusto», de votos en el Consejo Regulador. «Se tendría que revisar el tema de los estratos porque los viticultores no estamos representados como deberíamos», concluye.

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