«La varroa causa diez veces más daño a las abejas que el oso, pero irá 'in crescendo'»
Ángel Nava, apicultor de Las Merindades, descarta ataques de úrsidos a personas porque «tienden a huir» mientras vaticina una presencia cada vez mayor en «zonas bajas» de Burgos
Cuando se encontró el destrozo, a finales de junio, Ángel Nava supo al instante que «había sido un oso». Estaba claro por el testimonio varios compañeros en Asturias que sufrieron ataques similares. En en su caso, este apicultor de la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros vio cómo aquel inesperado visitante destrozaba una veintena de colmenas repartidas en cuatro colmenares. Tras confirmar sus sospechas, dio la voz de «alarma» para que todo el mundo estuviese atento.
Un segundo oso volvió a causar daños el pasado mes de agosto en Las Merindades. «Atacó un colmenar y se comió una colmena», recuerda. Desde entonces, no se han vuelto a registrar incidentes en la zona. Lo recomendable, para impedir incursiones de este tipo, es recurrir a pastores eléctricos. Es decir, cercar el terreno para que no entre ni salga ningún animal.
«No le tenemos miedo», enfatiza Nava lanzando un mensaje tranquilizador a la población. En principio, los úrsidos no constituyen amenaza alguna para los humanos porque «tienden a huir». No en vano, le consta que «hay más de un oso en la zona». Se les ha visto, por ejemplo, en el monte durante una batida de jabalís. Los perros, inquietos, «no entraban porque había un oso».
Aun con todo, vaticina que los animales irán ganando terreno y que su presencia será cada vez mayor en «zonas bajas» de la provincia de Burgos. Por ahora, se trata de un fenómeno «circunstancial» en el entorno de Sedano, Urbel del Castillo o Montorio. Pero prevalece cierto «temor», tal y como reconoce otro apicultor ya retirado, porque «si vienen bastantes desde la montaña palentina seguro que hay bajas porque comen de todo».
«Es un problema llevadero dentro de un orden», apunta Nava a sabiendas de que, actualmente, los osos se están alimentando porque «hay mucha bellota». Además, recuerda que este tipo de ejemplares «no hibernan» y, por lo tanto, conviene mantenerse alerta por si acaso.
Compensar las pérdidas del oso es harina de otro costal. Las pólizas cubren, por norma general, «circunstancias climáticas, robos y vandalismo». También se debe suscribir un seguro de responsabilidad civil por posibles daños de las abejas a una persona. Entretanto, las pérdidas ocasionadas por fauna silvestre protegida se tramitan a través de la Consejería de Medio Ambiente, cuyos baremos no convencen a los apicultores porque llevan sin tocarse desde hace tiempo y porque no se atienen al precio de la miel de cada zona sino a una media estándar. Aparte de eso, encima «pagan tarde».
Pase lo que pase, a este veterano apicultor no le cabe duda de que «la varroa causa diez veces más daño que el oso» a pesar de ser consciente de que su presencia irá «in crescendo». En cualquier caso, tampoco pasa por alto la resiliencia de este ácaro que tanto daño provoca a las abejas. Los porcentajes de muerte varían, pero de no ser por estos parásitos «cogeríamos el doble de miel».
El principal problema reside en que, con los años, la varroa se ha vuelto más resistente a los tratamientos. «Solo hay un acaricida y llevamos veinte años con el mismo», lamenta Nava, que también emplea tiras plásticas, pese a matizar que existen distintas alternativas ecológicas que, en principio, resultan más efectivas. Sin embargo, su aplicación obliga a «estar todos los meses tratando», aunque tarde o temprano no quedará más remedio que decantarse por esta fórmula si la situación persiste.
Al margen de estas cuestiones, los apicultores burgaleses afrontan la invernada con la esperanza de que haga mucho frío para que «la abeja esté quieta». Es lo conveniente, indica Nava, porque «sigue criando y gasta menos». Salvo sorpresa, se trata de una época «tranquila» que, no obstante, conlleva un trabajo muy exhaustivo para proteger los colmenares de manera efectiva.
Después de una otoñada «buena» y con una última cosecha «aceptable» que se sitúa «en la media de Las Merindades», Nava seguirá pendiente de la varroa, de los osos y de cualquier otro escollo que vaya surgiendo. Lo importante, pese a todo, es que los apicultores de la comarca continúan elaborando una «miel muy rica». Y no porque lo diga él, sino porque los clientes están «muy contentos» y lo demuestran a través del boca a boca y de las redes sociales.