El Correo de Burgos

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EL PASADO 16 DE NOVIEMBRE se cumplió un mes del incendio que devastó la fábrica de Campofrío. Un periodo de tiempo corto, muy corto, para hacer repaso de acontecimientos o balances sobre cualquier cosa. A pesar de que, lamentablemente, se ha instalado entre los medios de comunicación la incomprensible costumbre de hacer balance de todo… aunque haya pasado una semana de la puesta en marcha de un servicio, una instalación o lo que sea.

Pero, en el caso del desgraciado accidente de la factoría burgalesa, ha sido tal el número de hechos que han acompañado ese primer mes después del siniestro que, al menos, se pueden extraer algunas enseñanzas interesantes que deberían servir como referencia para actuaciones futuras de todos los que tienen capacidad de tomar decisiones. La primera, y más simple de todas, es que, echando la vista atrás ante cierres de empresas, por supuesto no por causas como un fuego sino por decisiones de personas, se podía haber hecho algo más. Si no para evitar el cierre, al menos para que se adoptaran medidas que evitaran la destrucción de puestos de trabajo.

Este mes que ha transcurrido desde el incendio ha servido para saber que los responsables políticos han puesto todos los medios a su alcance, que son más de los que a veces parece en otras ocasiones, para facilitar la decisión inequívoca de uno de los responsables de la empresa incendiada de que se levantaría una nueva factoría en Burgos. Todo esto es así, y eso también se debe dejar claro, porque el presidente de Campofrío se comprometió desde el primer momento a que la nueva empresa se construiría en esta ciudad. Si esta misma empresa arrasada por las llamas hubiese tenido una vinculación diferente con Burgos y fuera una más dentro de un gran conglomerado de empresas en manos extranjeras, me temo que el balance de este primer mes sería diferente.

Por eso, la lectura que puede sacarse de este primer mes tras el incendio de Campofrío es que se puede, y se debe, hacer más para garantizar los puestos de trabajo. Que es posible poner más empeño cuando hay amenaza de un cierre o una deslocalización, independientemente de que sean ocho, 80 u 800 puestos de trabajo en juego. Y si hay voluntad, como la ha habido en este caso, se puede evitar la destrucción de empleos o, al menos, se pueden adoptar medidas que permitan buscar soluciones alternativas. Porque, por mucho que las cifras macroeconómicas indiquen que la economía va mejor, hay más de cinco millones de parados en España.

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