Timos
HACE UNOS días, la Policía identificaba a un individuo que formaba parte de un grupo de espabilados que se dedicaban al timo y que consiguieron que una mujer sacara del cajero 6.000 euros a cambio del falso dinero dentro de un bolso que un ‘tonto’ le había enseñado y que dice que no sabe qué hacer con ello. Un tercero, compinchado con el ‘tonto’, aparece y se interesa por el tema, convenciendo a la víctima para que saque dinero y así repartirse el botín. Acababa de ser víctima de un timo de la estampita.
En este caso, hay que hablar de víctima con matices porque si acude al cajero a sacar el dinero es para tratar de aprovecharse del supuesto tonto y ganar dinero a su costa. No es que todos los días haya timos de este tipo en Burgos, pero hay más de uno y de dos que no se denuncian ante la Policía por vergüenza, porque se sabe que se ha contribuido en parte a que los delincuentes aprovecharan la avaricia y la supuesta debilidad del tonto. Es un tema recurrente, pero este tipo de timos nos retrata como sociedad: el golfo que engaña al que aspiraba a serlo.
Es curioso, pero a este tipo de delincuentes, timadores, carteristas,… se les ha retratado hasta no hace muchos años con un cierto aire romántico, casi heroico. Ahora ya parece que no. Puede que sea una de las escasas lecciones que se saquen de la crisis económica y de los escándalos que han protagonizado los que han metido la mano en la caja de todos. Que ser el golfete que busca la manera de engañar, cómo sea, para sacar un beneficio a costa de perjudicar a otros ya no hace gracia. Ojalá sirva para que se deje de escuchar algún día la justificación: «Como roban todos, yo también».
Es cierto que, como indica una de los lemas más famosos y originales de las protestas de los últimos años, no hay pan para tanto chorizo. Como lo es también que no solo estaba instalada la pillería en las zonas nobles de ayuntamientos. Al igual que pasa con los timos de la estampita o del tocomocho, con la corrupción pasa igual. Es necesario que haya no solo un tipo -o tipa- dispuesto a favorecer los intereses de determinada persona para llevarse dinero de todos. Debe haber otro que lo ‘corrompe’ con una propuesta que ‘no puede rechazar’. Esto es como las discusiones, dos no se corrompen si uno no quiere. Si no, lo que hacen es timarnos a todos.