Pétalos de margarita
DESHOJANDO la margarita he estado. Me encantaría que mis suspiros se dirigieran hacia un más o menos apuesto príncipe azul, que me tuviera en un ay, pero no son temas de alcoba los que desbocan mi corazón y depositan en una simple flor la solución del enigma. Mi desazón viene producida por la acumulación de festejos en el día de hoy, el mismo de mi cita en esta página dos. Día del Libro, Día de Castilla y León, Día del Libro, Día de Castilla y León, Día del Libro… El último pétalo me marca el camino. Tiro a la papelera cualquier alegato castellanista, cualquier guiño a la nostalgia de un tiempo en el que me desgañité entonando el Canto de Esperanza o cualquier retrato de romería comunera. Estaría feo que la chica de Cultura se metiera en harinas políticas y no se postrara ante Cervantes en esta fiesta de la literatura, en la que, nobleza obliga, a brindar con un buen libro en la mano y dejar la bota de vino para los que bailan con cuerpo de jota.La primera ronda es mía. Para ese enamorado que no sabe poner palabras a lo suyo, Ya no es tarde, de Benjamín Prado, que a nadie engaña en estos versos. Tiene loco el corazón y lo grita a los cuatro vientos. Y lo hace sabiendo que ser feliz no es cerrar los ojos / ni las sábanas son lo opuesto a las banderas. Saque por aquí todo lo que tenga de Jaume Cabré. Empiece con Las voces del Pamano. Quien de literatura sabe dice que antes de Yo confieso hay que conocer la apasionante historia de Oriol Fontelles. Amén. Para chuparse los dedos también La sonrisa robada, de José Antonio Abella, una mirada distinta a la Segunda Guerra Mundial, una lectura desde el otro lado, a partir de una historia de amor. ¡Jefe! Para el postre, lúzcase con la primera novela de Carlos del Amor, El año sin verano, una bonita sorpresa, un delicioso y naif viaje en globo surcando el cielo azul. Si alguien se ha quedado con hambre, que pique con el primer caso de Petra Delicado, la detective cincelada por Alicia Giménez Bartlett. No querrá parar. Devorará hasta la última miga. Y se olvidará de Padilla, Bravo y Maldonado, y de 1521 y de que desde entonces ya Castilla, ay, no se ha vuelto a levantar.