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La Virgen de agosto emborracha nuestra siesta y quien diga que este fin de semana, ha estado en el sofá con el mando a distancia, o es por fuerza mayor o parece aborregado. La provincia revienta en verbenas y torreones con volteo de campanas. Mozos con resaca y mozas con tacones de sus madres o hermanas. Curas que ofician la misa mayor sin conectar con la gente y regalan el sermón trasnochado que repiten cada año. Adentro hace mucho fresco, mejor quedarse en el atrio. Ya se sabe, la misa y el pimiento son de poco alimento. La reina y sus damas cada vez parecen más niñas y poco tienen ya de inocentes. Comulgan las viejas santeras y alguna que otra viuda beata. También las recién casadas por aquello de las apariencias. Los secretos no se guardan ya en el confesionario, sino en facebook. Hoy, las fiestas del pueblo son una interpretación de lo que fueron antaño. Cuanto más grande sea el camión del escenario de la orquesta en la verbena, mejor. La cosa es quedar impresionado por las luces y humo. Cuestión de watios. Hinchables de niños, cohetes e incluso autobús para no perder los puntos a la vuelta. Hay varios menús a la carta que según el precio, pueden ajustarse a las

necesidades de los mil pueblos de nuestra provincia. Pero se está perdiendo, si no se ha perdido ya, la médula del cotarro. No hay ningún pueblo que se parezca al que tiene a su lado. Una vez fui músico de grupo yeyé hace muchos años y al llegar nos esperaba el alcalde y su aguacil. Al fondo del callejón, una galera con olor a grano y un cable enchufado al tendido eléctrico. Los cinco cabíamos en poco sitio. Batería, bajo, guitarra eléctrica, micro y Leslie con Hammond. Los músicos fuimos en los 70 y 80, protagonistas de las fiestas. Tocábamos verbena, pasacalle, baile de vermut y dianas floridas. Por supuesto al acordeón y redoblante, el himno a España en la consagración. Cada 15 de agosto compartíamos mesa y mantel con las Autoridades. Concejales, maestro, curas, Benemérita y por supuesto, boticario. No había representantes musicales y los contratos se hacían con un apretón de manos con el mozo mayor del pueblo de al

lado. Fuimos el grupo de moda durante muchos años. Niñatos de veinte con las mejores guitarras y sonido eléctrico que a la luz del candil dejaba una estela de Rolling Stones, Led Zeppelin, Pink Floyd, Boston, Dire Straits, Status Quo, AC/DC. Nos atrevíamos con lo que hiciese falta. Chicos de barrio, mimados por los buenos vientos de la transición. Cuando parábamos de tocar y se hacía el silencio, hablaban los grillos negros como el cielo estrellado.