El Correo de Burgos

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A TODOS SE NOS CALIENTA la boca en mayor o menor medida, nadie está libre de pecado. Las burradas ‘codo en barra’ y al calor del hogar continúan a la orden del día mientras las redes sociales se han transformado en caldo de cultivo para la estupidez... y la represión. Decía Umberto Eco, que en paz descanse, que el televisivo «tonto del pueblo» es ahora el «portador de la verdad». Así es el «drama de Internet» -uno de tantos- que salpica a plumillas y ciudadanos con la misma velocidad a la que se difunde cualquier información -fidedinga o no- hoy en día.

Tertulianos todos en la red de redes, ojito con lo que escribís. La línea que separa el humor del odio es tan fina que uno puede acabar, sin comerlo ni (re)leerlo, declarando ante la Fiscalía. «España es un país de grandes individualidades, pero el colectivo siempre sigue al más tonto», proclamaba en las páginas de este periódico César Strawberry mucho antes de intuir lo que se le venía encima. Y así es. Los nuevos líderes de opinión, millenials o veteranos reciclados en las cloacas del Twitter, se lanzan a la yugular del sátiro políticamente incorrecto elevando sus cómicas burradas a la enésima potencia. Además pueden partirse la caja a costa de las cunetas, de las batallas del abuelo o de la memoria histórica «solo cuando hay subvenciones». Tienen referentes -y legitimidad- en la política de primer nivel.

Luego están, a izquierda y derecha, los amargados a jornada completa. Cuñados con mala baba que celebran la desgracia ajena mientras buscan su minuto de gloria y el apoyo virtual de sus acólitos (borregos). Sea un ‘rojo’ o un torero, la caverna de internet se enzarza en una contienda que traspasa lo anecdótico para copar el foco mediático de todo un país. La bola crece y el pueblo tiene circo. Plas, plas. Nos vamos a publicidad.

Las redes sociales deberían incluir avisos como los que aparecen en los paquetes de tabaco. Por ejemplo, «twittear puede dañar su salud mental y la de los que están a su alrededor» o «idolatrar a un youtuber puede reducir el flujo sanguíneo y provoca impotencia». De nada serviría, pero por intentarlo que no quede.

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