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FERNANDO PÉREZ DEL RÍO

Niños adultos antes de tiempo

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LAPREGUNTA es sencilla: ¿Por qué los padres están tan interesados en hacer que sus hijos aprendan cuanto antes cosas relativas al mundo de los adultos? Si uno dedica un tiempo a ver dibujos animados infantiles, pronto se podrá percatar de que incluso los dibujos animados que encarnan a niños son impregnados por modelos e incluso roles de adultos, podemos contemplar a toda una serie de niños muy maduros con discursos casi de adultos.

Vemos con mucha frecuencia que muchas cosas se explican demasiado pronto, se habla de sexo antes de tiempo, incluso de drogas cuando nadie preguntó nada, pero todo este exceso de celo e información tiene la finalidad de proteger al niño, son niños deseados, escasos en número y entre algodones.

Uno de los objetivos de los padres motivados y menesterosos es hablarles del mundo de los adultos, darles mucha información para prepararlos, protegerlos y prevenirlos de cualquier amenaza y peligro, contarle cosas incluso aunque no sean ajustadas a su edad, ni tiempo, ni espacio. Y bien pensado, la adultización es otra manera de proteger al joven.

Lo que ahora se reclama saber es si es conveniente adelantarse tanto y avisarles de todos los posibles males del universo que les puedan afectar. ¿Es conveniente enseñarles a esquiar a los tres años cuando los músculos de las piernas no están preparados hasta los cuatro años?

No pocas tardes, los niños y los adultos ven programas «de adultos» y a estos les parece normal ver series como, «Aquí no hay quien viva», o «La que se avecina», etc., insultos, bromas y desprecios pasan a ser la formación diaria de un joven. Pero para muchos adultos es una manera de hacerles fuertes y que sepan cómo es la realidad, ¿una realidad chabacana? Contaba el periodista Capdevilla una anécdota: unos padres llegaron a falsificar el DNI de su hijo para que este pudiera entrar a una fiesta donde era requisito tener 16 años, se priva al hijo incluso de falsificar su primer DNI, -decía en tono de broma -.

Pero en este proceso de adultización, lo que el joven pierde es el tiempo de resolver sus propios problemas, pierde su propio momento y chispa, pierde ‘el tempo’ justo de la música, se pierde la espera, y se pierde una importante parte del aprendizaje, el aprendizaje del error y la oportunidad de fracasar.

Y la vida se convierte en una comida que ya te la han masticado, no se aprende por el ensayo y el error, puesto que la posibilidad de equivocación se ha esfumado.

Y esto tiene a su vez como consecuencia que cada error se viva como un gran fracaso, puesto que el joven no se ha entrenado en fracasar, y este hecho, al que el joven está desacostumbrado, se vive no pocas veces como una especie de gran trauma, puesto que, al final, el joven entrenado en no entrenarse en el error sufre una verdadera indigestión.

Ese exceso de protección fraguado a fuego lento, y la insistencia en la enseñanza de cuestiones relativas al mundo adulto, conlleva tener niños con mucha información y mal asimilada puesto que evolutivamente no les corresponde, e indefensos, se convierten en jóvenes pusilánimes.

Como el necesitado de una pastilla como solución cada vez que se enfrenta a un desasosiego vital.