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LA ESPERANZA y la confianza son dos signos de carácter que cada vez están instalados en más políticos. Aunque sea bueno que tengamos representantes públicos esperanzados y confiados -y prefiero que inspiren confianza, pero esa es otra historia-, su situación de gestores de la cosa pública obliga a algo más. No he parado de escuchar y de leer estos días a políticos de toda clase decir que esperan y confían en que se llegue a una solución satisfactoria sobre tal o cual asunto, como por ejemplo con la fábrica de Nissan. A un responsable político se le debe exigir algo más que fe cuando se trata de asuntos en los que, a diferencia de un trabajador de la fábrica abulense, que solo puede esperar y confiar en que llegue una solución satisfactoria a su futuro laboral.Ese político puede y debe hacer todo lo posible para encontrar soluciones. Un buen ejemplo de eso se realizó en el Ayuntamiento en el caso de la fábrica de Campofrío cuando se aprobó en Pleno, a instancias del PSOE, que las bonificaciones en el IBI y en el IAE estarían condicionadas al mantenimiento de los más de 600 empleos de la cárnica en la nueva fábrica levantada tras el incendio de noviembre de 2014.Acuerdo que se revisará cada año. Esta actitud entre determinados políticos de esperar y confiar en que pasen las cosas es muy propia de aquellos que se ponen de perfil, de aquellos que prefieren dejar que pase el tiempo a ver qué pasa. Por eso, es extraño que con el escenario político que hay en el Ayuntamiento de Burgos, con las fuerzas muy repartidas entre los partidos, con un equipo de Gobierno que necesita dialogar con el resto de partidos para sacar adelante iniciativas se den casos como el de la antigua estación de trenes. Un proyecto amenazado de perder una importante ayuda europea porque no se había definido qué uso se iba a hacer. Un peligroso dejarse llevar que podía haber tenido unas consecuencias. De hecho, ya las tiene, porque se ha trabajado en elaborar un proyecto para la vieja estación con una premura de tiempo innecesaria.