El Correo de Burgos

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No pasaremos a la historia futura como entonces lo hicieron, grandes pensadores y creadores. Hombres y mujeres del Renacimiento que removieron las tripas de principios del conocimiento y saber. A pesar del nuevo resurgir después de la gran crisis mundial de los diez años, caldo de cultivo de escenarios que proyecten formas del ser y pensar, lo que vemos es, más de lo mismo. Mediocridad y trapos sucios que ya no se lavan en casa. Un sentir global de las cosas, forma un bloque sólido que dibuja sentencias, condenas y juicios sumarísimos. Leonardo, Miguel Ángel, Newton o Rousseau, como otros muchos notables, aislaron la esencia del pensar en su celda, humildemente amueblada y escribieron con pluma de ave sus corazonadas. Crearon ellos solos, se arriesgaron y fueron visionarios en su individualidad privilegiada. El Hombre y los demás ha sido hasta hace muy poco, una constante que tenía un límite entre ambos. Frontera que ha desaparecido con la globalización que impone la red de redes y la intercomunicación al instante. Cualquier suceso se conoce en la otra punta del planeta al momento y produce un sentir general, un pensamiento único que trasciende más allá de lo individual. Puede decirse que el individuo se rinde ante la potencia inmediata de la esfera cargada de mensajes. Afortunadamente, los postulados que han cambiado el mundo, fruto de cerebros únicos, lo han sido en tiempos donde Facebook no existía. Hoy, el doctor receta con miedo y a sabiendas que su paciente ha entrado en Wikipedia que cuenta como es, por qué y cómo ha de curarse la enfermedad. El letrado es achantado por su cliente que discute las cláusulas del contrato, copiadas del foro de leguleyos internautas. A veces, amigos me piden mi opinión como arquitecto y soy consciente que han navegado por un mar informático de grietas, goteras y fisuras. La tela de araña acorrala a jueces que dictan sentencias que no alimentan la jauría. No hay castigo suficiente según la plebe, para manadas que entran a devorar muchachas jóvenes en portales de San Fermín. Una nueva consciencia de poder se instaura como suma de pequeños sentimientos unidos por un “Enter” de teclado. De una convocatoria callejera. Quizás sea este, el nuevo resurgir o Renacimiento, equivalente al que los Medici, mecenas en Florencia. Sobrecoge la fuerza y tamaño que imprime la interconexión. Pero son los magistrados quienes han de juzgar y los cirujanos quienes operan. Andemos con cuidado o el mundo será una tribu gobernada por brujos y brujas.

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