Ruido sordo
Fontaneros, electricistas, albañiles, metalistas, fresadores y toreros. Oficinistas, secretarios, pasantes, abogados, notarios y registradores de la propiedad. Auxiliares, enfermeros, doctores, cirujanos y curanderos. Ingenieros, aparejadores, arquitectos, visionarios y agoreros. Funcionarios maestros, jueces y fiscales, asaltacunas y ganaderos. Mil oficios se aprietan en ciudades como la nuestra al igual que construyen las abejas monárquicas, el geométrico hexágono de sus celdas. Ocupamos cada uno nuestro puesto y algunos como hormigas republicanas, hacen el día a día. Cada uno de nosotros formamos parte del tejido que hace la tela que cubre. Pero unos más que otros, como se suele decir tiran del carro. Patronos y obreros siempre han sido, quien ha nacido para mandar o ser mandado. No todos valemos para lo mismo y el tiempo nos pone donde merecemos. Desde muy niños se ve quien destaca en estudios y quien, sin necesidad de estudiar, triunfará muy por encima de doctos titulados. Porque hombre licenciado, hombre aturullado. Y cuando digo hombre, digo mujer. Burgos es ciudad de riqueza que se mueve gracias a nuestra industria y no queremos darnos cuenta. Este milagro que nació en la noche de los tiempos de manos de Franco, el que pronto será desenterrado del Valle de los Caídos, hace sesenta años declaró nuestra capital, Polo de Desarrollo Nacional. De alfareros, artesanos, curtidores, plateros y zapateros, dimos un salto cualitativo a la trasformación del metal, la química, los bienes de equipo y el transporte por tierra. Siempre hemos andado cojos en mar y aire. Fuimos ciudad de putas, curas y militares para hoy enfrentarnos al desarrollo contenido después de diez años de crisis. Pero tienen nombre y apellidos y también sus empresas, los que han soportado y siguen abriendo a diario los portones de sus naves industriales. Quienes tienen nóminas que pagar a final de mes y tiran del mercado que mueve la riqueza. Sin esta base que clava sus cimientos en los dos polígonos industriales del Este y Oeste, nuestro relanzamiento sería una quimera. Son estos empresarios, pequeños medianos y grandes quienes han de ser respetados y puestos en el altar burgalés del reconocimiento. Sabemos que son poco amigos de publicitarse y pavonearse o recibir homenajes. Cosa que otros hacen muy a menudo y se brindan ellos mismos acompañados de sus palmeros, la ciudad lo conoce bien. Sigan ardiendo las fraguas, yunques, martillos y poleas. Ese ruido sordo de esfuerzo y sinceridad burgalesa.