El Correo de Burgos

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HACE unos días me propusieron ser jurado del concurso Tres Minutos Tesis (3MT), organizado por la Unidad de Cultura Científica e Innovación y la Escuela de Doctorado de la Universidad de Burgos. Es ese tipo de propuestas que en un principio se pueden considerar un compromiso, ya que eso de andar juzgando a los demás es complicado -eso lo dice alguien que trabaja en un medio de comunicación, en fin-, pero después de haber pasado por el trance las conclusiones fueron muy positivas. Fue una buena oportunidad para comprobar que, lejos del ruido de los casos de másteres más o menos regalados con agraciados que prácticamente acudían a clase para recoger el certificado, hay gente que demuestra que se prepara a conciencia sus trabajos de tesis.En concreto fue testigo de 12 ejemplos de detrás de este tipo de estudios hay mucho esfuerzo. En este caso, el concurso Tres Minutos Tesis no sirve para valorar los contenidos, lógicamente, ya que en tres minutos se pueden adelantar las principales lineas de investigación y las conclusiones.Pero sí permite descubrir la capacidad comunicativa de todos los estudiantes de doctorado que se subieron al estrado y, en tres minutos, debían desvelar las claves de su investigación. A modo de un monólogo, en el que los concursantes debían manejar bien la estrecha línea que separa ser ameno de pasarse de gracioso, transmitieron, cada uno según sus habilidades, su pasión por lo que estaban haciendo y los usos prácticos que esa pasión podía trasladar a vida diaria. Porque de eso se trata, en gran parte, el trabajo que se desarrolla en las universidades, que lo que se logra a través de la investigación se divulgue y se conozca. Concursos de este tipo también sirven para darse cuenta de que las habilidades comunicativas deberían potenciarse más desde la escuela, con la inclusión de exámenes orales como una obligación en muchas materias, más allá de presentar un trabajo ante la clase, que es útil pero insuficiente. Un concurso que, en contra de lo que pueda parecer, permite ver que la capacidad de comunicación no está reñida con la materia sobre la que se está hablando. Solo depende de la habilidad del que transmite. En este caso, el mejor monólogo trataba sobre fenómeno denominado SOERS descubierto por el grupo de Análisis instrumental (GAIN) de la Universidad de Burgos.Suena árido, pero el investigador que ganó, Martín Pérez, lo explicó con rigor y ‘chispa’.

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