Desde la ventana
ENTRAMOS en la sexta semana de confinamiento y con ella el peso de la clausura cada vez se va haciendo más importante. Intento recordar situaciones similares, incluso peores, con la intención de saber llevarlas igual de dignamente. A algunas personas que han pasado grandes confinamientos les será incluso seductor poder pasar la tarde en el salón o mirando por la ventana. Otros nos limitaremos a recordar la magnífica película de Hitchcock «La ventana indiscreta» en que un dolido James Stewart tiene que pasar un confinamiento en su casa por haberse roto una pierna. Su personaje procura escapar del tedio mirando al patio y observar que hacen los demás.
Nosotros dentro de nuestras restricciones nos hemos visto limitados a asomarnos a nuestras ventanas y aplaudir a los sanitarios o a la policía. La llegada de la primavera con los brotes de los árboles pasando a ser hojas nos ha animado a salir a las ventanas y así hemos visto pasar el autobús de Gamonal, sólo como la una. Lo socorrido que puede ser pasear al perro o ver como prosperaba y aumentaba el ansia por hacer deporte o los nuevos runners. También a los más de dieciséis mil inspirados que, contraviniendo las normas, han hecho de su capa un sayo y han «parido» nuevas formas de incumplimiento de lo ordenado, pero que son la prueba del algodón de que cada vez se aguanta peor el confinamiento tal y como se ha ordenado por el gobierno. Si. Sí.
Aunque comienza a pasar que toda esa idílica y apacible calma primaveral se rompe inmediatamente que recuerdas que no parece posible que hayan fallecido veinte mil personas solo en España, lógicamente, también pasa que ya es mucho tiempo metido en casa y para un rato estuvo bien, pero está clara la necesidad de salir. Cada vez nos suena más cercano eso que sale en los foros de Internet de un personaje qué, disfrazado cada día de una algo distinto, grita: «estoy aburrido», «me aburro mucho».
Aguantaremos el tirón como sea, pero incluso aceptando que las medidas son necesarias, esto nunca volverá a ser lo que era. Por ello exijamos al gobierno que ponga más empeño, más interés en hacer que esto sea rápido y llevadero. Que no fracase en sus compras ni en sus gestiones y apoye las pérdidas de los damnificados. Y claro, pedirle que no olvide poner un lazo negro en una esquinita de la televisión española u ordenar un minuto de silencio para recordar a todos aquellos que, caídos, por este virus ya no están con nosotros. Un apagón televisivo de un minuto estaría bien. Todos lo agradeceremos.