El Correo de Burgos

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SI DE VERDAD va a haber un antes y un después, que todo apunta a que así será, soltemos nuestra imaginación y adivinemos el futuro. Este aviso de la naturaleza en la que vivimos, ha despertado uno de los miles de mecanismos microscópicos que aguardan dormidos. Los mismos que millones de años atrás, conformaron las especies que al caer dieron paso a otras. Entre ellas, la nuestra. A este le venceremos en pocos meses, pero seguirá latente en zonas del planeta donde no llegan mascarillas. Países del tercer mundo porque al parecer hay un primero y segundo donde estamos. Es en aquellos sitios a los que nunca hemos querido mirar de frente donde la muerte es una forma de vida que no frena el discurso de cada día. Allá si nace y muere a los 40 años. Los pocos viejos que llegan se convierten en reumáticos hechiceros que gobiernan los clanes. En los mal llamados, países civilizados, esta peste moderna quebrará vidas, voluntades y empresas sin que gobiernos salten por los aires. Siempre ha habido gente obediente que se resigna y como en España, cuenta las horas para aplaudir al balcón. Pero a esos países lejanos donde el sol achicharra la arena y el frío cala hasta los huesos, el virus también llegará. Anidará y segará de raíz a sus mayores, esos que ponen orden y sabiduría en las fronteras entre tribus. Algún día no lejano, la revolución vendrá de allá donde los jóvenes abandonados a su destino, llamen a nuestra puerta. En tanto llegue este duro pronóstico, donde la red global replica al instante noticias y bulos que cruzan el océano, rediseñaremos la forma de vivir. Mediremos las distancias. Marcaremos reglas de proximidad y cercanía. Durante años habrá miedo a escenarios y púlpitos que congregan muchedumbres. Campos de fútbol, palacios de conciertos, iglesias y catedrales. Rezaremos a distancia, vibraremos musicalmente, insultaremos al árbitro ante una pantalla de 65” y desde nuestro sofá. Puede que, en las escuelas de arquitectura, enseñen a sus alumnos a diseñar casas más humanas no sólo para comer y dormir, sino para vivir y trabajar. Los edificios puede que ganen espacios comunes donde los vecinos se conozcan y convivan. Los restaurantes se reinventarán, fabricarán la comida que nos traerán a la mesa acompañada de instrucciones de puesta en escena. Interactuaremos online con el chef mientras nos preguntaremos, en tu casa o en la mía.

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