La reina en el palacio de las corrientes de aire
LA TRILOGÍA Millennium, del malogrado Stieg Larsson, describió las azarosas peripecias de Lisbeth Salander, extraña heroína que sufría los reveses de la famosa saga.
La primera novela, «Los hombres que no amaban a las mujeres» tenía un título significativo. La segunda se tituló «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina», título también revelador y la tercera «La reina en el palacio de las corrientes de aire» presenta a la protagonista siendo, finalmente, ella misma.
Según entraba en el meollo de la intensa trama, me sonaba cercana la situación actual de nuestra política patria con el proceder del presidente de Podemos y vicepresidente del gobierno. La similitud entre éste y las novelas de Larsson, no deja de ser cuando menos, llamativa.
Comenzó su andadura como macho alfa, fantaseando con dar latigazos a Mariló Montero. Su entrada en política cubrió de pequeños incendios aquel ámbito en que se desenvolvía: el Parlamento Europeo, relaciones con Venezuela, idilio con sus peculiares «amigos» etc. Se diría que las similitudes acababan en ese segundo libro, pero no. Es el tercero el que marcó la pura y dura realidad.
Después de conseguir contra todo pronóstico un maridaje con Sánchez, que se presume eterno, y que ha servido para continuar su propia revolución permitiéndole hacer lo que le surja de las gónadas, al igual que en «La reina…», se comporta como si fuese, efectivamente, lo máximo dentro de palacio, dentro de la convulsa política sin que puedan perturbarle las corrientes de aire que intente poner a su lado, cualquier soporífero presidente.
Se pretendían aprobar los PGE, así qué adecuando la situación a sus mejores intereses, ha pactado con quien le ha parecido mas afín a sus predicamentos: ERC, Bildu…etc. Eso sí, eliminando de ese pacto al molesto Ciudadanos.
Hubo de acompañar al Rey en un viaje a Bolivia y más parecía que era el Rey quien iba de acompañante. El presidente «olvidó» invitarlo a la reunión que gestionaría los miles de millones del fondo europeo y enseguida le recriminó airado, consiguiendo que aquel reculara. Está en todo.
Desde aquellas tiendas de campaña en las plazas mayores de pueblos y ciudades hasta el «casoplón». Desde la vida en Vallecas hasta poner contra las cuerdas al gobierno estatal. Desde pactar, en plena pandemia, con sus «amigos» una Ley de Educación disgregadora, la penúltima subida de impuestos o la pretensión de modificar la política fiscal de toda España para esquivar Madrid, siempre ha llevado la lata de gasolina en mano, incendiando aquí y allá cualquier objetivo en contra de sus propios intereses. Si Larsson hubiera necesitado inspiración para el personaje de Alexander Zalachenko, no creo que pudiera encontrar mejor ejemplo.