El Correo de Burgos

FERNANDO PÉREZ DEL RÍO

El ciberproletariado

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EL PROLETARIADO venía del campo y no poseía demasiada cualificación profesional, no tenía vivienda propia y, en gran mayoría, se tuvo que dedicar a trabajar para otros en condiciones de explotación. La desigualdad era considerable pero el deseo de mejorar y las aspiraciones de movilidad social también eran evidentes; tras muchos avatares, se amortiguaron esas diferencias sobre todo en los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, las diferencias tecnológicas son tan significativas que unas pocas empresas tecnocientíficas, a la chita callando, han conseguido una posición de superioridad sin igual en la historia, asistimos a una nueva desigualdad sin parangón pero esta vez tecnológica, asistimos a un nuevo antagonismo social, y ya se habla de una especie de nuevo feudalismo por estas enormes diferencias no solo económicas.

Todo empezó siendo una maravillosa aparente horizontalidad democrática de la Red; la frase con impacto en twiter cobra importancia configurando una realidad puntillista, relativista. Sabemos que la red despista más que democratiza, las redes se han llenado de discursos emocionales, seductores; una cosmovisión donde pierde fuerza el experto que filtraba y ordenaba y, al final, en este galimatías vivimos una «hedoné óptima» (placer suficiente máximo) de la comunicación. Epicuro, bien podría decir hoy que vivimos engordando cada uno su propio semblante en Instagram, una generación embelesada en las redes fijado cada uno en su pantalla, rodeados de paquetes de Amazon y likes.

Mas sabemos que, estas pocas empresas conocen casi todo de nosotros, nuestros datos biométricos, nuestros gustos, nuestras relaciones y, como se suele decir, los paquetes con nuestras compras nos llegarán antes de pedirlos. Pero sobre todo, tienen lo más valioso, nuestro tiempo, las redes acumulan nuestro ocio, nuestras horas y horas de fidelidad, y es ahí donde somos sus proletarios.

El filósofo Han hablaba de «gente practicando binge watching (atracones de series), visualizando continuamente solo aquello que le gusta: de nuevo, proliferando lo igual, nunca lo distinto o el otro...». Dostoievski decía que «la mejor manera de evitar que un prisionero escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión».

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