¡Menudo calambre!
SE HABLA de que la próxima generación del modelo estrella en ventas de Renault, el Megane, será exclusivamente eléctrico y que su llegada está a la vuelta de la esquina. De hecho se le espera para 2022 y ya se están realizando exhaustivas pruebas con prototipos preserie que son prácticamente la versión final del coche. Los Megane de anteriores generaciones salieron por miles de la factoría de Renault de Palencia y ahora su nueva versión eléctrica llegará desde Francia. Que la marca francesa dé ese paso con un modelo que ha sido el más popular en las ventas del mercado español y en otros países no sólo prueba la confianza de Renault en su capacidad de convertirse en el líder de la movilidad eléctrica sobre vehículos convencionales sino que indica que ese cambio de paradigma es más inmediato de lo que podría parecer. Ya había dejado caer el presidente de la marca que tenía muy presente la idea de que quien da primero da dos veces, anticipando que el posicionamiento es clave en términos de notoriedad de marca y para ganar la confianza del cliente. Aunque es relevante para Castilla y León porque el plan industrial de Renault prevé para Valladolid y Palencia cinco nuevos modelos, la marca francesa no es el único fabricante que ha asimilado la urgencia de dar el salto. Ninguno de los modelos anunciados le hace sombra a la autonomía del viejo Megane diesel con el que se puede viajar de sobra desde Burgos al extremo sur de España con sólo un depósito. Cabe preguntarse, por tanto, dónde está la red de cargadores que tendría que aportar la energía a este avance de la movilidad sostenible y si se están tramitando ya los permisos administrativos para la multiplicación de puntos de recarga necesarios. Una vez más, mientras la iniciativa privada da el impulso, las administraciones se pierden en su maraña de trabas para frenar cualquier adelanto. En Burgos hace varios años que se desarrolló una estrategia para llevar decenas de puntos de recarga repartidos por toda la ciudad. Red que ha quedado en el aire por falta de impulso municipal, por mucho que se presuma de haber dado pasos hacia ese objetivo. Avanzar no es dar un pasito hacia el destino, hay que poner un pie delante del otro constantemente para alcanzar la meta. Y aquí es donde fallan las administraciones, especialmente las más cercanas al ciudadano. Por otro lado, no se nos escapa que la cada vez mayor popularización de la movilidad eléctrica ha coincidido con la espectacular subida del recibo de la luz. ¡Menudo calambre! Ni el Estado ni los operadores energéticos quieren perder dinero que ya no se gastará en combustible fósil, aunque estoy seguro de que se anunciarán las típicas ayudas cosméticas que nunca llegan a ninguna parte. Como las del ingreso mínimo. Pero eso es otro cuento.