El Correo de Burgos

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HUBO un momento en el que el gobierno autonómico valoraba como una de las mejores bazas posibles la presteza a la hora de tomar decisiones sobre las medidas necesarias para frenar el avance de la epidemia del coronavirus. Aunque cabría añadir que la tardanza en levantar las restricciones en diferentes fases de la pandemia también jugó un papel a favor de ganarle la batalla al virus. Hoy, en plena nueva ola, que ya no sé si es la quinta o la sexta, se vuelve con la burra al trigo insistiendo en una medida que por acertada que sea sera imposible que se pueda llevar a la práctica. No cabe empecinarse en decretar y aplicar un toque de queda en Castilla y León. No insistan. El Gobierno no pasará por ahí y los tribunales ya sentenciaron que la Comunidad no puede promover esta medida de forma autónoma. Planteen otras soluciones y dejen de marear la pelota, que coronavirus no dará prórrogas ni penaltis. Se prepara una goleada en los centros hospitalarios. Tenemos ya jóvenes en la UCI, una muchacha de 24 años es la paciente de menor edad en una unidad de críticos en Castilla y León y no es la única. En Burgos, por ejemplo, hay un paciente de 30 años en la UCI. No se puede perder más tiempo mientras la incidencia acumulada se dobla de día en dia. Debemos exigir decisiones y forzar al máximo las competencias autonómicas para detener una carrera que ha empezado con los jóvenes y amenaza al resto de la población. No olviden que se han dado ya casos entre personas mayores con la pauta de vacunación completa. Si tienen que apelar al Gobierno, no lo hagan en busca de lo que no podrán lograr y exijan más y más vacunas. Entretanto recurran al control de horarios, de aforos, pongan multas, metan presión a quienes ya creen que el virus es historia y hagan campañas para explicar que no es así. Todo menos irse de vacaciones, cuando, en el caso de Burgos, por ejemplo, la incidencia acumulada se ha multiplicado por cinco en una semana. Que se contagian jóvenes no hace menos peligrosa está quinta ola, la hace más imprevisible. No caigan en la tentación de suponer que clausurando el ocio nocturno o recortando la hostelería se podrá desinflar esta ola. Si no pueden hacerlo en los bares, en un entorno relativamente controlado, las reuniones de jóvenes buscarán otros lugares. Ya lo hemos visto antes. Insistan, eso sí, con los alcaldes para que las fiestas de los pueblos no sean refugio para la propagación del virus. Y criben, tanto como se pueda. Vean el ejemplo de otras comunidades en las que se criba constantemente a diferentes colectivos, separando sanos y enfermos, que de eso se trata y no cabe sentirse estigmatizado por ello. Hay margen para tomar decisiones, lo que no hay es tiempo que perder.

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