Desigualdad y Salud mental
LA ENFERMEDAD MENTAL es entendida popularmente como algo biológico, los trastornos mentales son explicados como enfermedades físicas que requieren medicación y además, les viene bien la psicoterapia individual.
Pero si analizamos, por ejemplo, la salud mental de las personas que están padeciendo un proceso de desahucio, podríamos adjudicar un diagnóstico al 95% de estas personas que pierden su hogar, casi siempre por ansiedad y depresión. Es decir las condiciones ambientales y sociales son asimismo determinantes a la hora de entender el sufrimiento humano.
Personalmente pasé mucho tiempo investigando por qué, las sociedades más igualitarias y con mayor cohesión social son también las más saludables. Y quizá, la mayor confusión se de, en relación a la «desigualdad», debemos reconocer que dos gotas de agua no son iguales. Sería muy ingenuo pretender esa igualdad «total», es algo que ya fracasó en todos los países comunistas que lo intentaron.
No se trataría de odiar al que destaca o se sale un poco de la tiranía de la media estadística, tampoco se trataría de colocar palos en las ruedas a todo lo privado.
Lo que sí sabemos es que una extrema desigualdad, fondos de inversión buitres sin alma, los paraísos fiscales, y la carencia de ayudas de subsistencia son vectores que tensionan a la sociedad.
De buena guisa sabemos que el actual modelo biomédico más psicoterapia, es un rodillo a la hora de entender la enfermedad mental, sin duda ha triunfado el modelo de formación individualista «psi», intrapsíquico. Hay que apuntar que, tanto la psicología individual como la farmacología están viviendo unas décadas doradas.
La tozuda realidad es el extraordinario aumento de estudiantes de psicología y la prescripción de psicofármacos desde los años 80 ha sido absolutamente espectacular.
Pero pese a este tsunami «ideológico», sabemos que hay sociedades más ansiógenas que otras, y queda claro que el estilo de vida, la presión y el presentismo, la nebulosa de la atomización, la inseguridad laboral, la soledad no deseada, la continua e insistente precariedad de los jóvenes, son factores fundamentales a la hora de entender el sufrimiento humano.