Como el caviar
SI EN ALGO nuestra Ciudad casi milenaria no ha acertado, lo ha sido en elección del tipo de suelo que a diario pisamos. Puedo decir que años atrás se intentó la baldosa que por sus prestaciones, plantase cara al zapato y tacón, ventiscas y granizo. Amén de la sal quitanieves. Cuadrada de treinta y tres centímetros de lado que puesta como dios manda, con nueve se hacía un metro cuadrado. Digna pieza con cemento, arena y algún colorante. Rojizas, grises y amarillas por aquello de que a cada Alcalde le tira más algún color que otro, cosa entendible. Ingenieros del Ayuntamiento, con buen criterio han mirado para que duren y no haya que estar cambiando al tuntún. La que se quita y es sustituida por otra igual, no tiene el mismo tono y se nota el parche. Así tenemos miles de remiendos que escriben la historia de zanjas para reparar conducciones de todo tipo. Se nota el cambio de textura de un suelo público, no confundir con suelo pélvico, al ser llorado por la lluvia. Una baldosa que refleje el espíritu burgalés, tenacidad y castellanía, su índole emprendedora y aguante ante lo que venga. Nunca se consiguió esta fórmula magistral de boticario. Las hay de todas las formas y colores. Afortunadamente hay variedad y adecuación a distintas necesidades y valores plásticos que tan distintos rincones tenemos. Imperdonable el gravísimo error en el Espolón cuando perdió el brillo de la lluvia que le hacía magnífico. Imperdonable que los espacios de ciudad, se embaldosen con piedras y pedruscos que aún mojados, languidecen y riñen con el espejo del suelo. Brillaba la Plaza Mayor con el adoquín rojo del arquitecto Viaplana, que por ser rojo no gustaba. Ahora le toca a la Plaza Santiago que rebelde no deja arreglar sus goteras. No es culpa del material de terminación empleado, digo lo que. Las goteras nos salen a todos, menos a quien no hace proyectos ni obras. En Plaza Santiago estaba previsto un suelo contínuo de galipó o brea, que ahora llaman asfalto fundido. En los años 70 y 80 casi todas las aceras de Burgos eran de ese material pobre y antidiluviano. Ahora a precio como el caviar. Queda bien cuando se le lija la parte de arriba que con agua deja mil charcos y regueros. Un ejemplo de experimento acertado en suelo ha sido el empleado en las aceras del mal llamado, Bulevard. Pero no es la solución en sí, antigoteras, ni muchísimo menos.