Otro noviembre de epidemia
HACE UN año la ciudad de Burgos se sometía a un cribado masivo y tardío para frenar una incidencia del covid que campaba desbocada por encima de los 1.600 casos por cien mil habitantes. Más de 40.000 personas acudieron voluntariamente al mayor cribado del coronavirus organizado en Castilla y León en una ciudad que supera los 176.000 habitantes. Uno de cada cuatro en el peor momento de la peor crisis sanitaria desde la gripe de 1918. No se puede decir que fuéramos modélicos. La medida me pareció entonces muy acertada y me lo sigue pareciendo ahora cuando la única respuesta que se ha ocurrido a la Consejería de Sanidad es la aplicación del pasaporte Covid. No soy médico, como la consejera y el vicepresidente, pero nos han explicado veinte veces que los vacunados también podemos contagiarnos y contagiar a otros. El pasaporte covid no indica si su portador es positivo en coronavirus, simplemente informa de que está vacunado. Por tanto es ineficaz para frenar o evitar los contagios. Lo que sí permite detener la propagación de esta plaga es la separación de los contagiados mediante un confinamiento domiciliario una vez que se conozca que son positivos al virus. Evidentemente esta certeza de contagio se obtiene mediante la realización de pruebas de antígenos. A mi juicio estos cribados deberían ser masivos en dos ámbitos, el escolar y el laboral. En el primero la medida estaría justificada porque la población menor de doce años no está vacunada y, por tanto, es la más expuesta al contagio y a los efectos de la enfermedad. Es, además y por las mismas razones, el mayor reservorio del covid. Organizar cribados en los centros escolares es sencillo en horario escolar y en aquellos centros en los que el seguimiento estadístico de la enfermedad determine como diana de esta medida preventiva que, automáticamente debería y seguida de confinamiento del alumno o el aula entera si es necesario y sus contactos cercanos. En el plano laboral y en función de los datos estadísticos se podría determinar en qué puntos conviene realizar un cribado, sea empresa por empresa o polígonos industriales enteros. Ocurre que este tipo de medidas preventivas son, por un lado, hasta cierto punto alarmistas y nos devuelven a un momento de la epidemia que políticamente se ha dado por superado tras el éxito de la vacunación. Por otra parte supone un coste que, por reducido que sea, es mucho mayor que forzar a la hostelería a actuar como policías y trasladarles de forma injusta la responsabilidad del control de la propagación. De nuevo en esta epidemia falta visión y planteamiento estratégicos y se aplica el mismo cortoplacismo político que ha sido tan dañino. Gracias a las vacunas que hemos salido de aquel infierno de hace un año. A ver qué podemos contar cuando pase otro año.