Preso en Burgos
LUNES a bocajarro, lunes de pasión certera, lunes después de esta Semana Santa efímera y fugaz como luciérnaga de agosto. Qué poco dura lo bueno si al menos lo ha sido, que muchos habrán tenido como compañera, la seca soledad. Todos hemos notado la subida del IPC y a ojo, un 10 % más comer, beber y casi, respirar. Pero lo hemos pagado y de algún lado saldrá. De reojo se ha seguido el devenir del mundo revuelto y la sorpresa ha sido ver a nuestro Burgos querido, en primera plana con las procesiones del viernes y sábado santos. Desde aquí, mi enhorabuena y reconocimiento a quienes han hecho esto posible. Los medios de comunicación de primera línea han sacado a bombo y platillo como ejemplo de tradición y resurgir después de la pandemia, nuestras carrozas y cofradías. Pero el tiempo, inexorable no perdona y hoy tenemos que dar el cayo a excepción de quienes se han ganado la honrosa jubilación. Esa que parece intocable y el tiempo dirá, ahora que empezamos a ver que todo es, removible. El mundo gira deprisa y el canapé cristiano intimista de este micro puente no nos despega de la realidad. Esto está que arde y en cualquier momento nos podemos llevar un susto de muerte con la que está cayendo cerca de nuestra vieja frontera europea. La que tantos quieren asaltar desde lugares donde el hambre afila los dientes y la imaginación. Pero no perdamos la esencia de lo que hemos vivido al dibujo de capuchones de morado y clarines en clave poética. Si algo recuerdo de niño y de la mano, en Calle la Paloma, el pecho vibrar al ritmo de tambores, la densidad del aire albergando el timbre de trompetas y el brillante sonido de cadenas arrastradas por el granito, atadas a los pies descalzos del preso penitente. Ese que todos los años y desde la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad se indultaba porque el perdón existía para quienes hacemos mil cosas y nos equivocamos. Pero desde 2016, los Gobiernos que mal gobiernan ya no indultan y no dejan que los jueces sean por una vez, sabios como Salomón. Ningún pedir perdón puede ser más duro que hacerlo en público y descalzo, ocasión para que fiscales y jueces de trinchera, saquen lo mejor que llevan dentro. Este mundo al revés pretende, arrebatar el poder a los jueces de carrera que tanto necesitamos en una partida de dominó a tres bandas. Política, Justicia y Religión no se entienden y esto, trasciende al resto de los mortales.