Siglo cobarde
Hasta en el más pequeño taller de carpintería, las cosas están a mano y de esto depende el éxito del maestro. El español es un tipo ordenado que duerme tranquilo si antes de llegar a casa se echa un pitillo y deja su herramienta ordenada. Lo mismo hace el oficinista, la peluquera o el abogado. Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio. Pero desde que las Computadoras IBM perdieron el nombre por culpa de los Ordenadores que no ordenan, la humanidad se ha rendido al caos facilón. Vidas desordenadas cuando damos importancia a que vean nuestra sombra en vez de la verdad que nos reconcome. Por defecto de profesión digo que donde uno vive o trabaja es reflejo de su forma de ser. En Burgos, paradójicamente no hay sitio ni para Barracas y recinto ferial. Muchos han sido los clientes que me han encargado proyectar su morada, desde el primer momento en la mesa, adivinas cómo piensan. Envidio esa libertad con la que el escritor puede editar un ensayo y sin entrar en la erótica del verso que hace libres a los poetas. Envidio también al pintor o escultor que modela con sus manos la obra que imagina con libertad infinita. El arquitecto, al menos el de provincias como el que escribe, se gana el pan diseñando las más de las veces arquitecturas digestivas, como las define un colega al que aprecio y recuerdo de vez en cuando por conocernos desde que coincidimos en la Politécnica de Madrid hace más de treinta años. Proyectamos sobre cristal con herramientas cada vez más virtuales y a duras penas se imprime en blanco de papel. Un proyecto tiene más densidad de normativas, justificaciones, dibujos y cálculos que la del concreto, que así llamamos aquí al hormigón armado. Los maestros que reinventaron la arquitectura hace cien años creando el movimiento moderno o estilo internacional, se rebelaron contra esa forma de aceptar la vida y el mundo. Un segundo Renacimiento con origen en Viena a caballo entre la primera y segunda guerra mundial, cinco siglos después que brotara el de Florencia. Arquitectos, escritores y filósofos dinamitaron la forma de sentir y pensar, abriendo camino al racionalismo y minimalismo que prescinde del adorno y lo innecesario. Limpiaron sus mentes de complejos y se liberaron de ataduras. Un ejército de intelectuales y artistas campa a sus anchas, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Hegel, Adolf Loos, Ludwig Mies van der Rohe, Walter Gropius, Le Corbusier, Oud, Neutra, Alvar Aalto, Asplund, Sert, Nervi, Kahn, Kenzo Tange, Niemeyer y tantos más. Pero hoy por hoy, nos toca cabalgar un siglo cobarde.