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Todos los gobiernos, sean del lado que sean y en lo grande o pequeño, tienen sed de poder, control y reparto. Se ve en las últimas estrategias que apuntan desde el de Pedro Sánchez, a las dianas del total. Jueces y fiscales de trinchera, que son los que hacen el día a día en pueblos y ciudades, en tela de juicio por la politización de la justicia de altos vuelos. O la judicialización de la política, como dicen los más sutiles. La honesta vocación de jueces y fiscales de carrera que han dejado parte de su vida y sus pestañas en los libros donde se dicta la ley, se enturbia por culpa de las élites que les representan cuando se acercan a los tentáculos de la política. La separación de poderes, tan deseada y saludable, es cada vez menos creíble desde las altas esferas, aunque afortunadamente, grandes profesionales de justicia, imparten sin contaminarse a pesar de sus cúpulas. Justicia e ideología son difíciles de separar, convergen viciadas en las estrategias de gobiernos y rezan en el corazón de cada profesional, puesto que jueces y fiscales también votan y tienen ideologías como todos tenemos. Confiemos en la entereza de estos, cuando no preguntan a los reos de qué color es su papeleta cuando la meten en la urna. Pero el mundo es mundo, así ha sido y será siempre, no veremos que cambie y pensar lo contrario es una ingenuidad. Seguiremos soportando la sonrisa floja de los políticos que a pesar de la que está cayendo, ensayan su mejor mueca ante las cámaras, la mejor pose y combinación de corbata, ahora que se la tienen que quitar por aquello del cambio climático. La sonrisa es el arma natural que desmonta enfados, confrontaciones y guerras, pero tiene que salir espontánea. Lenguaje internacional que junto con el de gestos y manos, serena y amansa. Lejos están, sonrisas como las del Presidente de este País de pandereta, forzada, tensa y cargada de hipocresía. Otra sonrisa envenenada, la de Yolanda Díaz que sin duda, ejercita por la mañana ante el espejo cuando prepara sus rimas y leyendas. Cada vez más, nos parecemos a Venezuela con reglas europeas, diseñada en papel milimetrado. Lo que ya no hacemos entre todos con el libre mercado y competencia, mamá Estado lo amamanta y subvenciona. No interesa que los chavales tengan criterio propio y aprendan la sabiduría que otros dejaron escrita, sin que se premie a quien se esfuerza en las aulas. Casi a punto de controlar el mercado de trabajo y la Banca. Que venga pronto un terremoto y se lleve todo por delante, al paso que vamos España se llamará, Euro Venezuela.