El Correo de Burgos

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EL CAMINO de Santiago conduce hasta Castrillo Mota de Judíos desde Burgos en tres etapas y media a pie. Cincuenta kilómetros sobre las parameras por encima del valle del Arlanzón hasta llegar a Castrojeriz, una de las villas más conocidas de la Ruta Jacobea. Un empujón más y aparece la torre de Castrillo, que como su nombre indica, está encaramado en una mota, de tantas como abundan en esa comarca. De hecho, esta es una de las zonas de la provincia de Burgos en las que más abundan los parques eólicos y resulta sorprendente elevar la vista al infinito y encontrarse con bosques de molinos con sus enormes mástiles y brazos al viento dominando el horizonte y salpicando los campos. Decenas de estos tótems levantados en pos de la energía renovable, ese nuevo dios de nuestros tiempos. En Castrillo, hace unos cuantos cientos de años también se adoraba a otro dios, que es el mismo de los cristianos pero desde un origen religioso distinto. Los judíos que fueron a refugiarse obligados a esta mota adoraban a un Yahvé al que el pasado martes invocó un rabino para bendecir el nuevo centro de interpretación de la cultura sefardí que se acaba de inaugurar en este pequeño pueblo de 52 habitantes, sólo conocido hasta ahora por ser la cuna del organista y compositor Antonio de Cabezón, una de las figuras de la música española del Renacimiento. Hoy, en cambio, Castrillo Mota de Judíos es un pueblo de valientes. Así lo califica la comunidad judía en España que ha elogiado el «valor» de esta localidad por recuperar y ensalzar su pasado sefardí y pretender convertirse en el punto de unión entre la cultura española actual y la judía. El gran despliegue de agentes de la Guardia Civil, helicóptero incluido, que se dispuso durante el acto de inauguración del centro de interpretación sefardí tras haber desarticulado a un grupúsculo neonazi autor de pintadas antisemitas demuestra que, efectivamente, las gentes de Castrillo han sido valientes. Aprobaron en referendum popular poner en valor ese legado histórico de su pueblo vinculado a la cultura sefardí y aguantaron el vandalismo y la intolerancia. Nadie les tiene que dar clases de democracia ni de concordia. Todo lo contrario. Sin embargo, medran los intolerantes, así que la vigilancia seguirá presente para garantizar que se puedan ejercer los derechos y libertades de las gentes de este pueblo, como prometió a los vecinos el responsable de la Benemérita en Burgos. Ojalá que el tiempo dé alas a la concordia y borre la inteolerancia.

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