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El escritor Manuel Machado. ECB

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A FINALES DE FEBRERO se produjo una reunión entre miembros de la Institución Fernán González y la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras en el palacio de la Diputación Provincial de Burgos. Tras una primera toma de contacto sucedida semanas atrás entre los directores de estas corporaciones, René Jesús Payo y Pablo Gutiérrez-Alviz, este encuentro oficializó el comienzo de un proyecto conjunto que unirá en una misma exposición los fondos documentales que existen sobre los hermanos Machado. Libros, manuscritos, cartas, documentos, fotografías y piezas de arte que conservan por una parte la Real Academia Burgense y por otra Unicaja, los conocidos como ‘Fondo Burgalés’ y ‘Fondo Sevillano’ respectivamente.

En el encuentro con la prensa, el exvicepresidente del Gobierno y miembro de la academia andaluza Alfonso Guerra apuntó algo trascendental para interpretar con más ecuanimidad la vida y obra de los Machado: «Tener la posibilidad de hermanar a Manuel y a Antonio, dos hermanos muy queridos» separados por la Guerra Civil española y se dé «una reposición del extraordinario cariño y complementación» que había en esta pareja que firmó varias obras teatro de gran éxito e interés literario. Y parece que este es uno de los pilares en que se sustentará esta exposición.

Antonio y Manuel Machado han sido utilizados durante muchos años, con algo de maniqueísmo simplista, como símbolos de esa España que se partió en dos tras el golpe de Estado de 1936: la que apoyó al gobierno legítimo de la II República y la que secundó al bando sublevado que acabó liderando el general Franco, ese que a muchos heló el corazón. Don Antonio, fiel a los ideales republicanos, fue sacado de Madrid y llevado hasta Valencia junto a otros intelectuales. Luego pasó por Barcelona y acabó falleciendo, tras cruzar la frontera en una caravana de desterrados, en la localidad francesa de Colliure, en cuyo cementerio yacen sus restos como el icono máximo del exilio español.

A don Manuel y a su esposa doña Eulalia les sorprendió el estallido de la guerra en Burgos. No se les permitió salir de la ciudad y vivieron durante la contienda en la pensión Filomena de la calle Aparicio y Ruiz. A principios de otoño de 1936, Manuel Machado fue detenido por la «tibieza patriótica» detectada en unas declaraciones que hizo a un periódico. Pasó tres días en la prisión de Burgos, del 29 de septiembre al 1 de octubre según reza el documento hallado por el historiador Isaac Rilova. Cuánto horror y penuria pasaría este hombre de 62 años en la celda, atormentado por una salud frágil y envenenada por décadas de tabaquismo, confinado en una ciudad tomada por fuerzas militares y preguntándose constantemente dónde estarían Antonio y el resto de su familia. El escritor acabó trabajando en la Delegación de Hacienda, el periódico El Castellano y en la Oficina Nacional de Prensa y Propaganda para poder subsistir en aquel trance donde tenía los bolsillos vacíos, la mirada perdida y el alma congelada.

Sobre don Manuel se ha llegado a decir que «traicionó a su hermano» y que «cambió de bando» abrazando al franquismo, dejando atrás sus convencimientos progresistas. Se conservan escritos suyos loando al ‘caudillo’, sí, y es incuestionable que trabajó para la dictadura. Pero ¿alguien se ha parado a pensar lo que sintió ese hombre, viejo y cansado, en aquellos días aciagos y por qué tomó aquellas decisiones? Como dice Antonio Rodríguez Almodóvar en el recomendable documental de Laura Hojman Antonio Machado. Los días azules, «con Federico [García Lorca] asesinado, Manuel piensa ‘ahora me toca mí’. Se rinde al nacionalcatolicismo, se entrega y escribe lo que le ordenan... No se debe juzgar el miedo de la gente», opinión que completan en otras intervenciones en dicha película Ian Gibson o el propio Alfonso Guerra.

Saquemos la empatía del baúl de las buenas intenciones y respetemos ese miedo que se apoya en patas enjutas que, en cualquier momento, flaquean y caen. La gran obra literaria del primogénito de los Machado Ruiz fue cubierta por una manta negra, pesada e inmerecida, que quizá esta exposición colaborativa entre Burgos y Sevilla comience a despojar tras muchos años dando frío y silencio a la memoria de don Manuel. Veremos.