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VOLVIENDO LA semana pasada de buena mañana desde el corazón de Galicia al salir de la autovía empecé a cruzarme con los muy, muy sacrificados y esforzados peregrinos camino de Santiago. Llovió aquel día de una manera casi antinatural, en una comarca ya muy azotada por las lluvias de las semanas precedentes y además se sentía un viento potente e incómodo. Cruzar de Pedrafita al Bierzo fue como pasar de la piscina de los niños a la olímpica. De tanta lluvia que caía por todas partes, de tan cerrado que estaba el cielo que parecía que circulaba entre las nubes. De los quinientos y pico kilómetros entre Santiago de Compostela y Burgos, puede que dejase de llover cuando ya se veían las torres de la catedral burgalesa. El resto del viaje fue pasado por agua. Pobres peregrinos, muchos con pinta de extranjeros, que habrán pasado varios días caminando en esas condiciones aproximándose a Compostela. Encogidos debajo de los ponchos mojados. Qué fuerza de voluntad las jóvenes coreanas tan valientes y, de todos aquellos que avanzan contra viento y marea camino de la tumba del Apóstol. Juntos, apoyándose los unos en los otros, protegiéndose de los elementos. Al ver esa abnegación uno quiere pensar que no estaba todo perdido Que existan gentes capaces de tal sacrificio nos dice que hay esperanza. En ese caso me da igual si se comprometen a esa hazaña por una motivación religiosa o por una promesa personal o por puro amor propio por rematar lo que se a empezado. Esos valores y otros muchos que se les presuponen a quienes así se esfuerzan nos hacen cada vez más falta. Empezando por el compañerismo que se opone a la soledad y al individualismo, ya que promueve la colaboración y la interacción entre las personas, para desterrar ese individualismo extremo creciente que conduce a un aislamiento social que puede derivar en conductas perjudiciales sobre el resto de la sociedad. Ejemplos de insolidaridad sobran y estamos viviendo el acoso de una nueva política sobre nuestro modo de vida atacando el fundamento solidario de nuestra convivencia. Castilla y León, en su condición de autonomía de enorme extensión, falta de habitantes y expuesta al envejecimiento y el declive del medio rural, precisa de esa cooperación necesaria entre los territorios para, entre todos, poder enfrentar el temporal y llegar a destino juntos y en paz. Todos somos peregrinos en esta vida pero olvidamos a menudo que el que viaja sólo viaja más rápido, pero el que viaja acompañado llega más lejos.